Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) ¿Con quién comulga Dios? Pedro, Edu, Alejandro...

¿Con quién comulga Dios?  Pedro, Edu, Alejandro...
¿Con quién comulga Dios? Pedro, Edu, Alejandro... Jose Moreno Losada

Dios en Cristo comulga con todos para que todos puedan comulgar de él. A partir de Cristo crucificado y resucitado toda la historia es lugar de comunión de lo eterno y para la eternidad. Todo está llamado a vivir en la comunión del amor sin exclusión, podemos comer su cuerpo y beber su sangre porque él nos ha amado –comulgado- primero.

 

18 de agosto – Domingo, XX TIEMPO ORDINARIO

Evangelio: Juan 6,51-58

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Disputaban entonces los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre, que vive, me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

La carne de Dios

Dios comulga la realidad desde la religación fundante y absoluta del amor. Ha creado porque ama y sigue recreándonos en su amor. Padre y creador se funden, sin confundirse, en el proyecto de una fusión en que uno se hace alimento del otro. El creador crea desde el amor de Padre y el Padre cuida y protege con el poder de la creación. Lo que era relación metafísica y ontológica deviene en amor existencial hecho carne, cuando Dios por amor se encarna haciéndose criatura. Ahí baja del cielo con toda la vida que nos da a través de su humanidad, su corazón encarnado. A partir de esa realidad nada le es ajeno, la religación es de identidad. Dios lo es de las criaturas, de la humanidad, de Nazaret, de los pescadores, de los niños, de los enfermos, de los pecadores, de los endemoniados, etc.

Pedro, Alejandro y Eduardo comulgan con Dios

No entiendo cómo puede haber quien ponga obstáculos para que se acerquen a comulgar niños con dificultades. Esta tarde he estado en la parroquia, ha llegado Marisol acompañada de su hijo Pedro, llevaban dos tartas para mañana. Pedro estaba alegre y nervioso a la vez, me decía que mañana tarta; nos ha abrazado, le pregunté si iba a recibir mañana a Jesús y me decía que sí; le señalaba yo el corazón, le decía que ahí iba a entrar el Jesús y se sonreía.

Todo está preparado: el templo, la ceremonia, las preguntas, las respuestas. Será sin duda un día especial, porque estos tres niños grandes, Pedro, Alejandro y Eduardo que tienen autismo, se han preparado y van a participar por vez primera en la mesa de la Eucaristía con la comunidad. Ya llevan bastante tiempo viniendo a la misa dominical con su familia, son parte normal e integrada de nuestra comunidad parroquial, cuando faltan los echamos de menos.

Yo al verlos llegar me da alegría, su abrazo, sus prisas, su mirada, sus gemidos. Las madres, Marisol, Pilar y María, acompañadas por sus esposos, son para mí una referencia teológica de primer orden; son sacramentos de la condescendencia y de la cercanía tierna y amorosa de la gracia divina. Así lo viven y, por ello, han querido prepararlos y dar con ellos este paso tan significativo de compartir la mesa eucarística.

Para ellas Dios les ha dado un don y una tarea en sus hijos; ellos son signos sacramentales del rostro de Dios, por eso cuando se acercan a comulgar cada Domingo el pan de la eucaristía, Cristo les hace presente la grandeza divina que ellas comulgan en el autismo de sus hijos cada día, en la tarea de amarlos y reconocer el gran valor de cada gesto, palabra, avance, pensamiento y sonrisa conseguidos de ellos.

Esta es la razón por la que tenían el deseo de unirse a sus hijos también en la comunión sacramental, del pan de la vida; ¿cómo mantener separados y excluidos de la mesa del Padre y los hermanos, a los que son especies sacramentales de la realidad divina en cada una de sus vidas para su familia y para la comunidad?

¿Cómo va a darnos a comer su carne?

A veces la lectura creyente y el estudio del evangelio viene más que hecho, por eso ofrezco esta reflexión del evangelio a dobles manos, la del sacerdote que celebraba y la de las madres y padres que acompañaban y comulgaban con sus hijos en ese día tan especial:

“Me imagino a Dios, nervioso en la noche, porque mañana quiere tener autismo y no sabe si lo va a hacer bien, para que sean ellos los comulgados por El, más que los que lo comulgan. Sí, así es; mañana va a ser Dios en Cristo el que va a comulgar la vida de Pedro, Alberto y Eduardo, y quiere hacerlo como lo llevan haciendo sus madres  y  sus padres durante todos los días de su vida; por eso para mí va a ser un día especial, una comunión de las que dejan huellas, porque se va a producir el milagro, siempre presente en el sacramento, pero de un modo original, de un Dios que se despoja de su rango,  y asumiendo el autismo, va a comulgar la vida, la historia  y el sentido de la esperanza  de estos jóvenes, y los va a unir a El de un modo sensible  y sacramental, en medio de la comunidad.

El Señor nos aclarará con alegría inmensa que ellos tienen el mismo horizonte y plenitud que todos nosotros: la resurrección y la vida eterna en el corazón del Padre, donde todos seremos realmente iguales y felices, pero ellos nos adelantarán.

Yo preparo mi traje, porque será un día especial, no quiero perderme este momento, ni su celebración posterior, que fue una celebración compartida entre todas las familias y amigos”.

¿Cómo va a darnos a comer su carne? Parece un lenguaje duro, pero se ablanda y se hace comprensible cuando lo humanizan los que desean comulgar y ser comulgados en la vulnerabilidad y en el mayor cuidado. Responder a la pregunta sofisticada de los que no entendían a Jesús con estas palabras de los padres me parece la mejor reflexión teológica y la repuesta más verdadera y encarnada.

Bienaventuranzas desde amigos especiales, con autismo:

“Bienaventurados los que entienden que, aunque mis ojos brillan, mi mente es lenta…

Bienaventurados los que saben que mis oídos tienen que esforzarse para comprender lo que oyen…

Bienaventurados los que, al verme comer, no miran la comida que se me cae en el plato…

Bienaventurados los que disimulan ante mi extraño paso al caminar y mis manos torpes…

Bienaventurados los que comprenden que, aunque no hablo, mi corazón les dice cuanto los quiero…

Bienaventurados los que me respetan y aman como soy y no como ellos quisieran que fuera…

Bienaventurados los que con su amor y sus cuidados me acompañan en mi peregrinar al encuentro con Dios…”

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