Todos vulnerables: el Reino y los que son como los niños Yo confieso: soy vulnerable. Niño ante el Reino.

Yo confieso: soy vulnerable
Yo confieso: soy vulnerable

No hace mucho en una reunión de delegados diocesanos y  responsables de departamentos, se presentaba el organigrama de la archidiócesis a nivel de vicarías y otras responsanbilidadese. Nos anunciaron la  primera carta pastoral del nuevo arzobispo titulada : "Peregrinos y profetas de esperanza· (Ya daremos cuenta de ella).

Me atreví a sugerir que, ante la organización diocesana, la programación del curso y el deseo de que fuera asambleario y todo estuviera bien organizado, no habríamos de descuidar lo más sencillo y profundo del cuidado apostólico entre todos nosotros . Me acogí a los verbos que el Papa utiliza de cara a la pastoral de migración y de los refugiados: acoger, proteger, integrar y promover. Así habría de ser entre nosotros, desde el obispo hasta el monaguillo más pequeño. El obispo recibió de buen grado la aportación, pero puso cierta resistencia a lo de proteger, porque se entendía que todos éramos mayores, aunque enseguida reconvino afirmando que él necesitaba ser protegido, tener ayuda como obispo y responsable, ante la gran tarea que tenía delante. Hoy en la Iglesia, en la conversación del espíritu, creo que es muy importante partir de la confesión sincera de la vulnerabilidad de cada uno, también de los mayores y de los cargos, no sólo por la responsabilidad que cae sobre los hombros de la misión encomendada, sino también porque somos de barro y es ahí donde llevamos el tesoro de la compasión y de la misericordia, que tanta falta nos hace en la iglesia y en el mundo. No somos funcionarios, sino hermanos de una misma comunidad y en una misma misión. Todos necesitamos de todos, ahí un buen principio de conversión.

"Dios en pañales, en la radicalidad de lo vulnerable"

“Se hizo uno de tantos… envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Cfr. Lc 2)

"Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño no entrará en él». Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos." (Mc 10,15-16)

El tren y su vulnerabilidad

Voy en el tren de Madrid a Badajoz. Ese tren que tanto criticamos porque nos lleva en incertidumbre, es decir, no tenemos seguridad si llegará o no, o a qué hora llegaremos. Hoy tengo interés en que llegue bien, porque a las cinco de la tarde en la parroquia de Guadalupe, tengo cita con la Tropa solidaria para celebrar el tiempo de la creación que culmina mañana cuatro de octubre, en la festividad de San Francisco. El tren me recuerda que tengo que escribir sobre la vulnerabilidad y Raquel me vuelve a invitar, enviándome los testimonios de otros.

Ver en la mayor vulnerabilidad

Por cierto, mañana también en el convento de Talavera, cantará José Ramón y al piano estará Monty, cantando el cántico de San Francisco de Asís. Homenajes de vida y creación, de mística y esperanza, de alegría y contento. Lo hará este cantante que tiene una historia muy singular (https://www.vidanuevadigital.com/tribuna/jose-ramon-vazquez-un-ciego-que-ve-y-vive-en-la-gracia-jose-moreno-losada/)  Un gran fisioterapeuta, del equipo de Induráin, le llega una enfermedad ocular, pierde la visión, muere su pareja, y se queda solo y ciego. Pierde la fe y la esperanza, pero alguien le tomó de la mano se puso a su lado y le devolvió la confianza. Monty vivió la experiencia de recibir a su tercera hija, con problemas de visión, su esposa dice que antes no veía y ahora desde que tiene a su hija sin visión es cuando está viendo la vida en verdad y con profundidad, como antes no hacía (https://www.vidanuevadigital.com/tribuna/la-estrella-de-irene-y-la-luz-de-la-unidad-en-cristo-jose-moreno-losada/)  . Los dos me recuerdan la clave de la vulnerabilidad insertada en la vida.

Vulnerabilidad, una clave para siempre

La vulnerabilidad está ahí y está en mí, la vea o no la vea. Verla es una gracia, un don que posibilita vivir en verdad y ganar el sentido. Abrazarla es entrar en el camino de la verdadera perfección divina que es la compasión. He ahí la cuestión ganar o perder, vivirte o morirte, elige la vida.

Niño

Con once años salí de casa, de la familia, del pueblo para irme al seminario. Iba con la ilusión y el sueño de un niño, lanzado a una intemperie en la que deseaba sumergirme para remar y vivir una aventura. Iba con mi personilla y mi infancia, con los ojos grandes y el corazón tocado de latidos incontrolables de deseos y posibilidades.  Quería ser bueno y comencé a conocer el evangelio, a la vez que me conocía a mí y luchaba por estudiar y por ser gran persona. En casa me hablaban de que el estudio me haría superior, el sacerdocio me daría liderazgo y autoridad, la gente me respetaría y tendría una vida buena. Una mezcla de bienes externos e internos. Yo mozalbete me miraba por dentro y contemplaba el evangelio, la vida de los santos y era una mezcla de deseo y de pequeñez. Una moral aprendida que me lanzaba a esforzarme por no pecar y que me hacía sentirme mal cuando caía. La vulnerabilidad para mí era moral, pecar o no pecar. También lo sentía en lo económico, ver a mi familia sencilla y sentir que yo ocasionaba gastos sin aportar, aunque lo hacían con un amor tan grande y con una delicadez suprema, para que no me diera cuenta. Otro aspecto era la preocupación por la aceptación: de mis superiores y formadores, de mis compañeros… y pensaba en el futuro….

Joven

Así llegué a la juventud, donde el horizonte se abrió en otras claves, quería seguir a Cristo y veía el sacerdocio como un camino, me preocupaba el estudio, la formación, la oración y el ser para los demás. Me daba miedo no estar a la altura, pero lo deseaba. Todo eso en medio de límites y cabezonerías. Así llegué con 23 años al sacerdocio, era un mocoso ilusionado y algo creído –lo sigo siendo-, aquel día reía y temblaba al mismo tiempo. Después a los pueblos, el estudio, Salamanca, trabajo en el seminario, en la universidad…  siempre en tensión entre la misión y mis capacidades, opciones, límites personales, carácter, emociones, debilidades…. Siempre en tensión. Un luchador, buscando el perdón y la paz, sin perder nunca las ganas de seguir y avanzar. Con luces y oscuridades, caminando con muchos. Toda mi vida ha sido en tensión con mi vulnerabilidad, queriendo ser fuerte, pero teniendo que reconciliarme muchísimas veces con mis debilidades y fallos.

Ahora, maduro

Y ahora… lo repito mucho, que estoy en el último tercio de mi vida y quiero gastarme los últimos “cuartos” en lo que merezca la pena

(https://www.hoy.es/sociedad/cambio-tercio-ultimos-20180409205450-nt.html).

 Y lo descubierto con más claridad es que la vida pasa por el abrazo de mi vulnerabilidad, abrazando a los vulnerables. Mi maestro Jesús, lo tuvo muy claro y me lo está queriendo transmitir siempre, desde pequeño, pero yo he sido -sigo siendo- un poco torpe. Ahora intento no buscar ganar, ser eficaz, vencer… sino acogerme y acoger, protegerme y proteger, promover a los otros e integrar todo lo que la vida me vaya poniendo cerca.  Sí puedo confesar públicamente que soy muy vulnerable, y que he tenido que llegar hasta aquí para volverme a mi propia vulnerabilidad y abrazarla esperanzado, sabiendo que es ahí donde está la salvación, la mía y la de los demás. Sé que el tiempo no ha sido perdido sino amado, y que lo importante no es cuándo llegues, sino caminar en esa dirección de verdad y de vida. Llevo ya bastantes años, décadas, y la intuición casi desde siempre, de que la salvación me llega en momentos, en personas, en cantos y llantos, en baile y silencios, en abrazos y discusiones, en luchas y paciencias, en miradas y sueños, en acogidas, perdones y reconciliación. Intuyo y creo, ya era hora, que cada día es nuevo y está lleno de amor y de salvación, aunque esté nublado y el ambiente respire a miedos.  Creo que estoy llegando a entender la señal: “un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre… hoy os ha nacido el salvador. Ya no puedo ni quiero buscarlo fuera, en la fuerza o en el éxito, sino dentro, en lo oculto, en el abrazo con la vida, nada más.

José Moreno Losada.

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