Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Un corazón atravesado por el amor más puro. En Vos confío¡
La lanzada que lo traspasa no es anécdota sino síntesis de un desbordamiento de amor sin lógica por la cordura de su compasión sin límites.
| José Moreno Losada
"...pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Cfr Juan 19,31-37
El corazón traspasado
Las cosas de Dios han de ser de esta manera, de esta locura dirían los sabios y entendidos, con el corazón destrozado. La compasión y la misericordia de Dios viene de lejos, desde el comienzo de todo lo creado, haciendo un mundo nacido de su corazón, poniéndolo con generosidad en manos de la humanidad, a la que hizo comunitaria, a su imagen, porque no era bueno que el hombre estuviera solo. El pecado en el paraíso, atentado frente a su amor compartido, le volvió a mover a compasión y aún no ha terminado, su misericordia es eterna. A lo largo de la historia de la salvación ha buscado llegar al interior y tocar la sede de la voluntad humana, para darle un corazón de carne y arrancar lo que de dureza y pecado pudiera haber en él. Así ha llegado hasta el extremo de ese querer divino en el que entrega a su Hijo que da la vida por nosotros con todo su ser, con toda su alma, con todo su corazón.
Dios y la cuestión de corazones
Vísperas del Corpus, cercana la festividad del Sagrado Corazón, vengo de estar compartiendo vida y mesa con un amigo enfermo. Lleva una década sometido a las consecuencias de la enfermedad del párkinson, que cada vez va mermando más sus capacidades de movilidad, relación, acción. A lo largo de estos años él ha cuidado su proceso tanto en el sentido de la medicina, como de su estado anímico y psicológico. Hace un tiempo llegó a mí porque quería adentrarse interiormente y conectar su ser creyente con esta etapa más avanzada de su mal. Su reflexión, lectura, oración, silencio, celebración de la fe, le van abriendo a un modo nuevo de vivir y ser en su proceso. La vida y lo que es centro de ella se va recobrando y valorando con otra radicalidad y prioridades. Ahora le importa mucho más vivir que ganar, querer que mandar, servir que servirse de los otros. Disfruta con las cosas más cotidianas como el encuentro con la naturaleza, sembrando, recortando, recogiendo, limpiando y haciéndolo con muchas limitaciones. La consideración de la red familiar ha entrado en otras dimensiones, especialmente con su esposa y sus hijos. Es una buena tribu la que le rodea y él quiere cuidar la relación con todos ellos, a veces con la pequeña interpelación de “no te he puesto falta, pero te he echado de menos”. Conversamos y analizamos todo lo que está pasando por su corazón lo que está siendo esta nueva relación con Dios, no desde la norma o el cumplimiento sino desde la situación personal en una relación que busca ser madura y de confianza radical.
Hablando en la comida salía a colación la vivencia de lo religioso en la familia y la fe recibida. Cómo ha marcado a algunos de ellos de una forma radical en el dolor y el miedo, en unas exigencias de cumplimiento que han llevado a rechazar, sin quererlo, lo relacionado con la religión y con la piedad cristiana. Sentimientos de no haber recibido la imagen de un Dios, mucho menos de un Jesús de Nazaret, que es pura compasión y misericordia, que atrae desde el perdón radical y el deseo de amar y realizar a las personas en el camino de la felicidad. Familias que educaron en esa dirección de exigencia y sacrificio creyendo que Dios era un juez y que lo más importante era que te ibas a presentar ante su tribunal para ver si habías hecho el bien o el mal, un evangelio echo catálogo de faltas y culpas. Qué difícil rehacer un corazón cuando ha sido traspasado por el miedo y la fuerza, sin el gusto de la relación filial y fraterna. Mi amigo ahora está pasando de la norma, el miedo, la lejanía, al deseo, la confianza, la alabanza, la cercanía del señor de la Vida, del que presenta su corazón traspasado para que no pueda yo dudar de su amor hacia mí.
Sagrado corazón de Jesús, en vos confío
La vida estructurada por racionalidad de tipo económico, laboral, político, técnico y práctico necesita de las razones del corazón. Ahí nos adentramos en la realidad del cuidado mutuo, donde descubrimos que lo fundamental está aquí. Hemos creado un mundo de progreso, riqueza, comunicaciones extraordinarias, información, democracia… pero todo ello no asegura el cuidado mutuo de lo humano y lo personal, más bien debe estar al servicio de ello. Pero, para eso, se necesitan corazones entrenados, emociones encauzadas para la alteridad, gozo del bien hecho, agradecimiento por lo bueno recibido, deseos de lo común y del bien público. Todo lo que hablamos de valores y de inteligencia emocional, que pasa necesariamente por las aspiraciones de seres con alma, que se motivan para amar, como referente existencial de realización personal y comunitaria.
Llamados y elegidos para cuidar, en medio de esta crisis que nos lanza al cambio de paradigma, nos sentimos convocados a pasar del descuido desalmado, al cuidado en todas las dimensiones humanas y divinas, como nos propone Jesús en el Evangelio y el papa nos recuerda de Fratelli Tutti. Hemos de avanzar en el camino que algunos autores llaman la lógica del don, un modo de entender la realidad y a nosotros mismos desde la gratuidad y la bondad: “Somos don y estamos hechos para el don…Es libre la persona que puede donar lo que es en sus adentros, la que puede expresar en el mundo su riqueza y creatividad interior. Es feliz la persona que da lo que es y observa que, gracias a ese don libremente donado, mejora, ostensiblemente, el mundo que le rodea…Comprender la propia existencia desde la lógica del don significa percatarse de que el fin esencial de vivir consiste en dar lo que uno es, en exteriorizarlo, pues solo de ese modo se enriquece cualitativamente la realidad, se hace más bella, más plural, se continúa el proceso creativo del mundo”.
El cuidado de la naturaleza, que se ha puesto en nuestras manos por parte de un Dios amoroso que la ha creado con un perfilado infinito y que nos pide que la guardemos y la cultivemos con el mismo cuidado de su amor.
El cuidado de nosotros mismos, que nos viene exigido para poder amar a los demás con un referente sano y equilibrado. El trabajo de nuestra persona, de sus sentimientos y emociones, ha de ser un mandamiento principal porque es lo que Dios quiere hacer con cada uno de nosotros: cuidarnos para que crezcamos en sabiduría y en gracia delante de Él y de todos los hombres.
El cuidado de los demás, como horizonte de alteridad cumplida. Sólo el que es sensible para cuidar a los otros, encontrará su propia vida: el cuidado de los otros es lo que nos garantiza ser sus prójimos y ser declarados benditos del Padre de Jesucristo.
En el cuidado de Dios. Pero todo eso sólo es posible si dejamos que el jardinero siembre y plante en nosotros el jardín de la justicia y de la paz. Dejarnos cuidar en nuestro interior por Dios es condición fundamental para vivir en el verdadero espíritu. Por eso, hoy, Jesús, en medio de este mundo ajetreado, rico, cansado y descuidado, sigue haciendo una invitación expresa y directa a la humanidad: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar… Allí, Él nos enseñará a confiar en su corazón, a descansar en él, con todos nuestros cansancios, agobios que él nos aliviará… le duele que andemos como ovejas sin pastor”.
La Iglesia, desde el Papa hasta el fiel más pequeño, estamos llamados a cuidar el descanso, la interioridad, el encuentro gratuito con Cristo y los hermanos, y todo ello para poder ser Corazón en este mundo. Para que otros puedan venir y descansar en nosotros, y sientan que el Señor es su Pastor y que nada les falta.