La entrego libremente El pastor del amor y el cuidado (Francisco Maya)
Os traigo aquí la homilía que pronunciaba mi compañero Paco Maya Maya en nuestra parroquia de Guadalupe este Domingo. Me tomo como algo personal este punto de la misma:
"La elección no eleva a los sacerdotes u obispos a una categoría superior, sino que los abaja a la servidumbre, a una esclavitud amorosa. Nunca han de apropiarse del rebaño (de la comunidad), ni han de actuar como funcionarios trabajando una serie de horas al servicio de la comunidad, han de estar en todo momento a su servicio, sin protagonismos algunos, sólo acompañando y curando a las heridas. Pedid para que Pepe y yo vivamos así."
| José Moreno Losada
El "buen" pastor
Con alegría hemos escuchado en el Evangelio: “Yo soy el Buen Pastor que da su vida por las ovejas; que conozco a las mías, y las mías me conocen, tengo poder para entregarla por esto me ama el Padre”. El Buen Pastor nos ama hasta el punto de dar la vida por nosotros y hasta por las ovejas que aún no están entre las suyas. Dios es amor, es el que ama y se entrega, y es el que hace posible el amor entre sus ovejas: la comunidad.
El Buen Pastor ama a todos, sin discriminación alguna, cuida de cada uno de nosotros con el mismo amor. En ocasiones pensamos que Dios me ama en la medida que soy bueno, que hago el bien. Entonces creo que soy digno de ser amado por El: me merezco su amor. Todo depende de mis méritos. Pero no, Dios me ama y ama a todos porque Él es amor, de Él sólo sale amor. Dios no puede dejar de amar, por muy malos que seamos los hombres. Si dejara de amarnos, ya no sería Dios. O si solo nos amara en ciertas circunstancias, no podríamos decir que “es Amor”. El amor ama, aunque no reciba respuesta alguna.
Dios sólo es amor
El amor es la única razón y el motivo único de toda su actuación con respecto a nosotros. No hay más Dios que el Dios que ama: “Dios es amor”, y no necesitamos cumplir ningún requisito para que Dios nos ame. De modo que, aunque seamos pecadores, Dios no se aleja de nosotros, ni se enfada. El amor de Dios no pone condiciones, su misericordia nos desborda. Ni la magnitud de nuestras necesidades, la oscuridad de nuestro pasado, la reincidencia de nuestras debilidades, o las escasas expectativas de un futuro sensiblemente más fiel por nuestra parte, detienen a Dios. Espera siempre en nosotros. Porque amar es también tener esperanza, nunca dar algo por perdido. Él sigue cavando en torno a la higuera estéril y esperando que dé fruto (cf. Lc. 7,6-9). Dios no fuerza nunca por fuera una puerta que se le cierra por dentro. Nos invita discretamente a través de mil mensajes contenidos en nuestra vida cotidiana.
Por cañadas oscuras...nos conoce
Dios no tiene límites a la hora de amar. Ha querido encarnarse en su Hijo, hacerse el último, estar con los que sufren y con los pobres, terminar en una cruz como un malvado. Así ama Dios, así nos acoge y nos perdona Dios. Conocerlo de cerca hace que se nos conmuevan las entrañas, porque miramos nuestra pobre vida y sabemos que hay muchos momentos que por otras personas no seríamos acogidos, nos rechazarían, nos calificarían de personas a la que nunca hay que tener como amigo. Pero Dios ama de manera diferente, ama gratuitamente, y aunque no sea digno de ser amado, él me ama. Dios no es impasible, Él sufre, pelea y se alegra y triunfa conmigo. Le interesan mis pequeñas y grandes preocupaciones, y disfruta cuando las comparto con él: “Yo conozco a mis ovejas”. El Amor de Dios se convierte en compañía cuando sufrimos, es fortaleza para que salgamos adelante. Dios en su Hijo se ha hecho el Pastor Bueno, que nos protege o guía cuando atravesamos por cañadas oscuras. Y cuando nos ve heridos en el camino, nos coge entre sus brazos y cura nuestras heridas.
Nos cuesta creer que así sea el Dios revelado por Jesús. Tenemos otra imagen de él. Nos cuesta acoger la bondad, el amor, la misericordia de Dios, y andamos pensando que necesitamos “merecer” su amor. Pero la lógica de Dios es que Él ama primero, sin límites y gratuitamente. La esencia de la gratuidad es “dar sin esperar nada como contrapartida”.
Quiere encontrarse con nosotros, para darse a pedazos
El amor requiere de comunicación, de conocimiento profundo, de revelación, de gestos concretos. Dios quiere darse a conocer, revelar su cariño y ternura. Y espera que nosotros le dediquemos a través de la oración un tiempo gratuito para estar con él, conocerle, y experimentar su amor. No otra cosa es la oración, como dice la conocida definición de Teresa de Jesús: “Orar es estar muchas veces tratando de amistad/amor con quien sabemos que nos ama”. Tan pronto como nos recogemos en silencio y nos ponemos a la escucha del corazón, suena dentro como una voz que nos dice: “Tú eres mi Hijo amado”. ¡Pues lo somos!
El amor nos desborda en el cuidado mutuo
Dios ama a cada persona en particular y la ama por ella misma y para ella misma, aunque siempre en relación con las demás personas. Su amor nunca separa ni aísla. Su amor une y congrega siempre; crea siempre lazos, crea verdadera comunidad. Es la mística de vivir juntos (cf. EG, 87). Dios me necesita para que su amor llegue a otros: el amor es expansivo y el Buen Pastor tiene otras ovejas lejos... a las que tiene que salir a buscar, acoger y cuidar. Y yo debo ser un “instrumento de su amor”: extender, multiplicar, compartir, testimoniar el Amor recibido de Dios. El amor de Dios es el fundamento del amor interhumano. “Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este ‘antes’ de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta” (DCE 17). El amar de Dios nos lleva a amar, a dedicar tiempo a otros, a curar, a levantar, a bendecir, a fortalecer, a alimentar, a dignificar a los otros hermanos. Si Dios es Amor, quiere decir que el Amor es lo único que tiene importancia.
Elegidos para pastorear en nombre de Cristo
Y dentro de la comunidad hay hermanos que han sido elegidos por el Señor para pastorear en su nombre, es decir, para amar, servir, convocar y reunir a los hermanos de la comunidad. La elección no eleva a los sacerdotes u obispos a una categoría superior, sino que los abaja a la servidumbre, a una esclavitud amorosa. Nunca han de apropiarse del rebaño (de la comunidad), ni han de actuar como funcionarios trabajando una serie de horas al servicio de la comunidad, han de estar en todo momento a su servicio, sin protagonismos algunos, sólo acompañando y curando a las heridas. Pedid para que Pepe y yo vivamos así.
Cuidarnos en libertad
Si todos somos amados y cuidados por el Buen Pastor, cuidemos a los hermanos. Creamos una sociedad del cuidado, en la que nos cuidemos mutuamente, nos preocupemos de los demás, acompañemos a los más frágiles. Seamos presencia del Buen Pastor entre los otros, olvidémonos de nosotros mismos, comencemos a pensar más en los demás. Es necesario cuidarse a sí mismo, pero no hasta el extremo de pensar solo en nosotros, pensemos en los demás, dediquémosle tiempo, salgamos a atender a los que necesitan nuestra escucha, nuestra compañía, nuestras palabras, nuestro servicio. Que sepamos ofrecer nuestra ternera frente al desvalimiento. Hagamos nuestras las palabras de Jesús: “Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente”