Una exfraterna describe una "teología de abuso y encarcelamiento mental” Exmiembros de la rama femenina del Sodalicio describen el coste psicológico y físico del abuso

Imagen del Instragram del FMR
Imagen del Instragram del FMR

Exintegrantes de un grupo laico femenino con sede en el Perú han descrito un legado de daños psicológicos y físicos resultado de lo que califican como un patrón de abuso dentro del grupo, afirmando que un porcentaje notablemente alto de miembros terminó visitando psicólogos y tomando medicamentos

La mayoría de las exintegrantes entrevistadas por Crux afirmaron que el abuso psicológico y emocional era común dentro de la FMR, donde algunas eran criticadas y reprendidas obsesivamente por sus superioras y otras integrantes por cuestiones triviales, desde su ropa y apariencia física hasta la forma en que rezaban

“Nunca me hicieron un examen psicológico, y fui medicada durante 11 años. Luego consulté con un especialista, y me dijeron que nunca debería haber tomado esa medicación”

(Crux).- Exintegrantes de un grupo laico femenino con sede en el Perú han descrito un legado de daños psicológicos y físicos resultado de lo que califican como un patrón de abuso dentro del grupo, afirmando que un porcentaje notablemente alto de miembros terminó visitando psicólogos y tomando medicamentos.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Una integrante se suicidó durante sus primeros años de formación, aunque no está claro hasta qué punto la comunidad, y los abusos que las mujeres dijeron haber soportado en su interior, fueron responsables.

Casi todas las aproximadamente 30 exintegrantes de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación (FMR) con las que Crux ha estado en contacto afirmaron haber experimentado depresión o ansiedad, y cerca de la mitad mencionaron haber recibido medicación.

También indicaron que las enfermedades físicas entre las integrantes eran comunes, y que muchas de ellas desarrollaron condiciones que los médicos luego atribuyeron a traumas emocionales y a altos niveles de estrés.

"El sistema te enferma"

Una exmiembro declaró a Crux: “El sistema te enferma. No es normal que tantas de nosotras desarrolláramos una depresión mayor. No pudimos soportarlo más, y cuando empezamos a cuestionar todo, lo que habíamos construido se derrumbó [y] comenzamos a ver”.

La FMR es una de las cuatro entidades eclesiales fundadas por el laico peruano Luis Fernando Figari, incluyendo su rama masculina, el Sodalitium Christianae Vitae (SCV), las Siervas del Plan de Dios (SPD) y el Movimiento de Vida Cristiana (MVC).

Sodalicio
Sodalicio

Unos 15 miembros del SCV han sido expulsados del grupo en las últimas semanas, incluido Figari, en medio de una investigación en curso por parte del Vaticano. A medida que la investigación sobre el SCV va avanzando, la atención se ha enfocado también en las otras fundaciones de Figari, las cuales han reportado formas similares de abuso.

Psicólogos y medicación

La mayoría de las exintegrantes entrevistadas por Crux afirmaron que el abuso psicológico y emocional era común dentro de la FMR, donde algunas eran criticadas y reprendidas obsesivamente por sus superioras y otras integrantes por cuestiones triviales, desde su ropa y apariencia física hasta la forma en que rezaban.

Comentaron que los horarios eran exigentes y que la constante vigilancia y presión por ser una perfecta “Fraterna” (como se conoce a sus integrantes), combinado con trabajar de sol a sol, sin descanso, tuvo un coste significativo.

Fraternas
Fraternas

Muchas de las mujeres contactadas por Crux mencionaron haber experimentado ansiedad paralizante y ataques de pánico en algún momento durante su estancia en la FMR. Cuando se ponían ansiosas o se deprimían, afirmaron que las enviaban a un psicólogo del SCV, o con vínculos con esa comunidad.

Una encuesta en línea reciente, realizada con casi 100 exmiembros de todas las ramas de la familia espiritual sodálite –el SCV, la FMR y las Siervas– reveló que cerca de la mitad experimentaron trastornos de depresión y ansiedad, y que un 10 % fue diagnosticado con trastorno bipolar.

Algunas afirmaron que las fraternas a menudo eran medicadas sin haber visitado a un profesional y sin un diagnóstico, o que recibían diagnósticos erróneos que llevaban a tratamientos inapropiados con efectos negativos

La mayoría de las exintegrantes hablaron con Crux bajo condición de anonimato, en algunos casos empleando seudónimos. Algunas afirmaron que las fraternas a menudo eran medicadas sin haber visitado a un profesional y sin un diagnóstico, o que recibían diagnósticos erróneos que llevaban a tratamientos inapropiados con efectos negativos a largo plazo.

Otra comentó: “Nunca me hicieron un examen psicológico, y fui medicada durante 11 años. Luego consulté con un especialista, y me dijeron que nunca debería haber tomado esa medicación”.

Una más dijo que una hermana comenzó a sufrir ataques de pánico y ansiedad, y fue medicada sin el conocimiento de su familia. Sin embargo, “era alérgica a un componente [del medicamento] que le causó alucinaciones”.

"No tenía madera de Fraterna"

Esa fraterna dejó la comunidad y tuvo que desintoxicarse, según comentó la exintegrante, agregando: “Fue muy difícil para ella, pero el mensaje que recibí en formación fue que ella tenía problemas, que era frágil, y que no tenía ‘madera de Fraterna.’”

“Samantha”, quien conoció a la FMR mientras asistía a actividades juveniles organizadas por el MVC siendo adolescente, relató que tanto ella como su esposo, quien es exmiembro del SCV, fueron presionados para romper su relación y entrar a la comunidad. Posteriormente, fueron medicados tras desarrollar depresión, y a su esposo se le diagnosticó erróneamente trastorno bipolar.

Fraternas
Fraternas

Dentro de la comunidad, Samantha expresó que constantemente la criticaban y humillaban, y que las hermanas se encontraban agotadas tanto mental como físicamente. “Las vi a todas exhaustas, cansadas, pero cansadas de vivir. No cansadas de trabajar, sino cansadas de vivir”, dijo.

Tras luchar con dudas persistentes sobre los sentimientos hacia su exnovio, Samantha buscó ayuda con la misma psicóloga de la FMR con quien había hablado antes, y fue diagnosticada con ansiedad y depresión. También se le recomendó comenzar a ver a otro psicólogo, también relacionado con la familia sodálite.

Al no mejorar, el segundo psicólogo la diagnosticó con trastorno obsesivo-compulsivo, un diagnóstico que Samantha considera erróneo. Cuando finalmente decidió abandonar la comunidad, habló con una psicóloga de la FMR que le pidió disculpas por haberla presionado para unirse a la comunidad, diciendo que en ese entonces creía que la mayoría de las dudas de Samantha se resolverían dentro de la FMR.

Esta psicóloga le pidió que no revelara lo sucedido ni cómo había sido manipulada para unirse a la comunidad

Sin embargo, esta psicóloga le pidió que no revelara lo sucedido ni cómo había sido manipulada para unirse a la comunidad. Agregó que, si Samantha no hablaba, “no discutiremos tus cosas,” en referencia a sus problemas psicológicos. Samantha interpretó este comentario como un intento de “chantaje” y como “una violación del secreto profesional”.

De manera similar, su esposo “David” también fue diagnosticado equivocadamente con trastorno bipolar y manipulado para unirse al SCV, donde sirvió durante varios años como secretario privado de Figari antes de salir con depresión y múltiples problemas de salud.

Otra exintegrante comentó que también fue presionada para unirse a la FMR, pero sentía un llamado constante a la vida matrimonial, en lugar de a la vida comunitaria, y experimentó ansiedad. Cuando mencionó esto a su psicólogo, quien tenía vínculos con la familia sodálite, se le recetó medicación para disminuir su deseo sexual. “No creo que haya sido la única a la que le hicieron eso,” afirmó.

Alguna de las exfraternas posan en esta fotografía
Alguna de las exfraternas posan en esta fotografía

“Carmen” relató que, tras intentar alertar sobre el comportamiento de un exmiembro del SCV que luego fue acusado de abusar sexualmente de menores, fue despojada de sus responsabilidades externas y aislada dentro de la comunidad. Por hablar, aseguró, fue medicada. “Me medicaban sin haber visitado a un psiquiatra,” afirmó, señalando que cuando quiso salir, Figari lo dificultó y “me calumniaron, me difamaron”. “Era desordenada, loca, rebelde, una prostituta, etc. Hasta hoy tengo pesadillas,” aseguró.

Otra exmiembro mencionó que los psicólogos y psiquiatras a los que las integrantes veían compartían información sobre sus diagnósticos con otros miembros y superiores, lo cual consideró “otra forma de control”.

Opresión de un sistema sectario

Muchas tuvieron diagnósticos equivocados. Fuera de la comunidad nos dimos cuenta de que no eran ciertos, y que la ansiedad y la depresión que teníamos eran resultado de la opresión de un sistema sectario. Salir fue lo que nos curó,” afirmó.

“Alison” contó que desarrolló “una depresión severa mientras estaba en la comunidad” y fue enviada a un psicólogo afiliado al SCV. Dado sus conocimientos médicos, no recibió un diagnóstico erróneo ni medicamentos inadecuados, pero destacó que, aunque mejoró, “todavía reconozco un abuso espiritual muy fuerte que ha afectado y continúa afectando mi vida espiritual”.

Otra exintegrante dijo que, durante un tratamiento psicológico en la comunidad, “mi vesícula explotó debido al uso excesivo de medicamentos, así como inflamación del hígado,” calificando las prácticas médicas de los psicólogos afiliados al SCV como “irresponsables”.

Se sintió presionada y controlada, incluyendo restricciones sobre qué podía leer, qué música escuchar y al ser forzada a compartir experiencias profundamente personales con toda la comunidad

La exmiembro “Catarina” explicó que luchó con ansiedad en su adolescencia antes de unirse a la FMR, pero no volvió a tener problemas hasta después de ingresar. Dijo que se sintió presionada y controlada, incluyendo restricciones sobre qué podía leer, qué música escuchar y al ser forzada a compartir experiencias profundamente personales con toda la comunidad.

Catarina, quien entró en 2009 y salió en 2012, desarrolló enfermedades físicas como náuseas crónicas, nerviosismo y ataques de pánico. Fue hospitalizada dos veces por gastritis y comenzó a experimentar dolores de cabeza debido al agotamiento. Afirmó que, incluso ahora, sigue luchando con sentimientos de insuficiencia y la necesidad de aprobación, además de sentirse frecuentemente observada y juzgada por sus superiores en el trabajo.

Sistema perverso de abusos

Una exmiembro comentó que las psicólogas de la FMR pusieron las herramientas terapéuticas al servicio de “un sistema perverso de abusos,” comparando sus tácticas con dictadores como Mussolini y Franco, quienes utilizaban hospitales psiquiátricos para reprimir disidentes.

“Como los fascistas, producían las enfermedades mentales, y luego nos echaban a la calle y nos difamaban como traidoras e infieles,” dijo, añadiendo: “No considero que lo que hicieron pueda llamarse psicología”.

El suicidio de Sara

Casi todas las exfraternas contactadas por Crux señalaron el caso trágico de Sara Cobaleda, quien se suicidó en 2005 después de sufrir una crisis mental durante su segundo año de formación. Originaria de Medellín, Cobaleda conoció a la FMR en Colombia y sintió un fuerte llamado a unirse a la comunidad, dejando su carrera en ingeniería química para viajar a Lima, Perú, donde comenzó su formación en 2004.

En su segundo año de formación, en 2005, intentó quitarse la vida y fue admitida en una clínica especializada en Lima, donde pasó alrededor de un mes antes de regresar a Medellín con su familia.

Aunque vivía en su casa, Cobaleda deseaba volver a la FMR, se mantenía cerca de la comunidad de fraternas en Medellín y las visitaba diariamente. Durante ese tiempo fue tratada por un psicólogo local, pero también seguía en contacto con una psicóloga de la FMR que la había tratado previamente.

A pesar de que mostró mejoría, Cobaleda se quitó la vida en septiembre de 2005 en el hogar familiar, al ingerir una sobredosis de pastillas. Su familia pidió que su muerte fuera atribuida a un ataque cardíaco

A pesar de que mostró mejoría, Cobaleda se quitó la vida en septiembre de 2005 en el hogar familiar, al ingerir una sobredosis de pastillas. Su familia pidió que su muerte fuera atribuida a un ataque cardíaco, y solo las personas más cercanas a Cobaleda fueron informadas de la verdad, que salió a la luz varios años después cuando los medios cubrieron su caso.

“No la debieron dejar salir de la comunidad hasta que no hubiera mejorado”, afirmó una exintegrante, señalando que la práctica común en la FMR y todas las comunidades de Figari en ese tiempo era “expulsar” a cualquiera que mostrara signos de debilidad o fragilidad mental.

Crux conversó con varias superioras involucradas en el caso de Cobaleda, quienes afirmaron haber seguido las instrucciones de los médicos y de su familia en cada etapa del proceso. Según ellas, Cobaleda fue enviada de regreso con su familia por indicación de sus doctores después de ser hospitalizada en Lima. Nunca se le comunicó que no podía regresar a la comunidad, sino que su tiempo en Medellín se presentó como un periodo de descanso y recuperación.

Una persona con conocimiento del caso indicó que Sara ya había enfrentado problemas similares antes de ingresar a la FMR, y que su intento de suicidio en la comunidad no era el primero. Sin embargo, estos antecedentes no eran conocidos al momento de su entrada, ya que la FMR, en aquel entonces, recibía muchas nuevas integrantes sin aplicar procedimientos de admisión adecuados, como evaluaciones psicológicas, presuntamente debido a un deseo de incrementar los números de fraternas. No obstante, de acuerdo con otras fuentes que conocieron del caso, Sara fue sometida a un examen psicológico antes de ingresar a la comunidad.

Aunque las exfraternas no pueden afirmar con certeza si la muerte de Cobaleda fue directamente consecuencia de su experiencia dentro de la FMR, coincidieron en que la presión psicológica probablemente exacerbó su situación. Una exmiembro comentó que la vida comunitaria estaba diseñada “para romper a las personas”.

Una fraterna que estaba en formación con Sara también experimentó una grave crisis mental y abandonó la comunidad al borde del suicidio, pero logró recuperarse, según algunas exfraternas.

Enfermedades físicas

Además del estrés psicológico, muchas exfraternas reportaron haber sufrido enfermedades físicas que atribuyen a su tiempo en la FMR. Una de ellas dijo que, cuando le realizaron una cirugía de emergencia para remover parte de su colon e intestino en 2015, el médico le preguntó: “¿Qué te pasó? Eres muy joven para que ocurra esto”.

Otra exintegrante mencionó haber desarrollado ataques de pánico y presión arterial alta mientras estaba en la comunidad, “enfermedades que todavía me afectan”. La exfraterna “Macarena” relató que se le exigió mantener un horario intenso con muy poco tiempo para descansar. En 2001 enfermó gravemente, desarrolló anemia y su temperatura corporal comenzó a subir cada noche.

Los médicos le recomendaron descanso, pero sus superioras le indicaron que no podía abandonar ninguna de sus responsabilidades, permitiéndole solo dormir 15 minutos adicionales cada día

Los diagnósticos revelaron que tenía fibromialgia y estaba en riesgo de un ataque cardíaco. Los médicos le recomendaron descanso, pero sus superioras le indicaron que no podía abandonar ninguna de sus responsabilidades, permitiéndole solo dormir 15 minutos adicionales cada día.

Para el año 2003, señaló Macarena, estaba experimentando mayores dificultades, mientras continuaba solicitando en vano tiempo para descansar. Un día, afirmó, se despertó sin poder mover su cuerpo durante 30 minutos, tras lo cual logró llamar por teléfono para pedir ayuda. “Fue horrible, era un lugar horrible. Y pensábamos que estábamos siendo santas y acercándonos a Dios,” comentó.

De igual forma, “Marta” describió cómo sufrió una arritmia durante su formación con la FMR después de una crisis médica durante una de las sesiones de ejercicio intenso que realizaban. Tras ser llevada a emergencias, los médicos le dijeron que estaba demasiado enferma para salir del hospital, pero sus superioras le ordenaron que no se quedara debido a la falta de dinero para los exámenes médicos.

“Cada vez que intentaba levantarme para salir [del hospital], me caía de nuevo”, dijo. Finalmente, se fue en contra del consejo médico debido a las órdenes de sus superioras. Afirmó que, en lugar de hacerse todos los análisis médicos a la vez, se los hicieron de forma escalonada durante varios días para facilitar el pago, lo que significó que la pincharan repetidamente para extraerle sangre hasta el punto de que los médicos dijeron que solo analizarían las muestras que ya habían extraído.

Fue solo cuando el tío de una fraterna, que era cardiólogo, las ayudó a realizar los análisis por un costo menor, que le diagnosticaron arritmia. Dijo que durante este tiempo la obligaron a mantener un programa de formación completo, que incluía ejercicio intenso. Desde que dejó la comunidad en 2008, Marta ha tenido dos cirugías del corazón y debe llevar un estilo de vida estricto para manejar su salud.

"Una teología del abuso"

De forma similar, “Jenny” describió la vida dentro de la FMR como “una teología de abuso y encarcelamiento mental que lleva a la enfermedad corporal”. “Nunca tuve ansiedad o depresión, pero me echaron de la comunidad debido a una crisis mental. No pude trabajar durante un año entero,” comentó.

Jenny relató que mientras vivía en una de las casas de formación de la FMR, que según ella había sido habilitada para alojar a exconvictos y era en todo caso sólo una residencia temporal, notó la presencia de moho negro creciendo debajo del piso. Cuando intentó alertar sobre el problema, dijo que fue ignorada.

Años después, tras dejar la comunidad, Jenny afirmó que fue diagnosticada con un tumor pulmonar, el que, según los médicos, era probablemente “un hongo debido a vivir en esas condiciones frías y húmedas. Eventualmente, me extirparon el pulmón izquierdo”. “No es normal,” afirmó, añadiendo: “A cualquiera que mencione lo bueno que es el Sodalicio, le pregunto si su pulmón izquierdo lo vale”. “Visité a cinco médicos importantes”, señaló, quienes compartieron la opinión de que “vivir en esa casa podría haberme matado”.

Reconociendo errores

Exmiembros de la FMR que conversaron con Crux admitieron que, aunque fueron víctimas del sistema, también participaron en su funcionamiento y pudieron haber causado daño a otras personas. Rocío Figueroa, una de las fundadoras de la FMR y exsuperiora, quien abandonó la comunidad tras ser desacreditada por intentar alertar sobre denuncias de abuso sexual contra un exmiembro de alto rango, y quien también es víctima, ha reconocido haber cometido errores.

La familia sodálite “es una secta que convierte a las víctimas en perpetradores, siendo al mismo tiempo víctima y perpetrador”

La familia sodálite “es una secta que convierte a las víctimas en perpetradores, siendo al mismo tiempo víctima y perpetrador”, dijo Figueroa, añadiendo que, tras salir en 2012, comenzó a tomar medidas para reconciliarse con exfraternas a quienes pudo haber dañado de alguna manera, y ha continuado este proceso.

“Macarena”, entre lágrimas, señaló que en la comunidad “uno quiere hacer tanto bien, y no es solo todo el daño que te han hecho, todo el trauma, toda la humillación, sino también saber que durante tantos años fui parte de esto, y también dañé a personas”. “No hay forma de que no haya dicho algo hiriente, no hay forma de que no haya hecho algo que pudiera haber lastimado a alguien, y eso es tan, tan triste,” expresó.

Macarena dijo que cree que las integrantes de la FMR “son buenas personas, pero algunas han hecho cosas horribles, daños horribles. Hice lo mejor que pude, pero siento que mataron una parte de mí”.

Varios exintegrantes hablaron sobre el sentimiento de culpa por sus acciones dentro de la comunidad y la necesidad de reconocer que “todos son víctimas” de Figari y del sistema sodálite, tanto los que han salido como los que han permanecido.

En un comunicado a Crux, la FMR expresó su “profunda tristeza y compasión por las mujeres que han sufrido abusos en su experiencia dentro de nuestra comunidad y en el contexto de la familia sodálite”. “Compartimos su dolor y estamos profundamente arrepentidas por todo lo que cada una de ellas y sus familias han sufrido y siguen sufriendo,” señalaron.

“Rechazamos todos los abusos cometidos y pedimos perdón por nuestra incapacidad para comprender la enormidad de su dolor de manera oportuna, revictimizando así a muchas de ellas”, afirmaron, y se comprometieron a acercarse a las mujeres que se presenten “para que se logre justicia”.

Tanto la FMR como la Arquidiócesis de Lima han abierto canales de escucha para quienes deseen presentar quejas. “Asumiremos nuestra responsabilidad por las heridas de tantos, causadas por la malsana cultura institucional que ha estado presente en la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, ofreciendo reparación en lo que pueda ser arreglado”, dijo la FMR, y afirmaron su compromiso con “la verdad, la justicia y la reparación”.

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