Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Al principio y siempre SÍ, pero de muchas maneras...
Cambia todo cambia... todo? Jose y Carmen, han cambiado mucho, pero su amor sigue intacto. El sí ha tomado muchas formas pero nunca ha dejado de ser un sí verdadero. Ahí está el sacramento de un Dios que siempre es sí... de muchas maneras... pero siempre SI.
de octubre – Domingo, XXVII TIEMPO ORDINARIO
Evangelio: Marcos 10,2-16
En aquel tiempo se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio». Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación, Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño no entrará en él». Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Principio y fundamento
Al principio de la creación… nunca será suficiente nuestra profundización en el reconocimiento de ser criaturas de un creador fiel y amoroso. El amor provoca la fidelidad como fruto que genera vida y sostiene en la existencia agraciada. Lo que es fecundado por la palabra divina tiene horizonte de unidad y comunión radical con el principio que le fundamenta: el amor inagotable que está llamado a la eternidad. Somos niños, hijos del Dios que nos invita a entrar en su Reino y permanecer en él y con Él.
José y Carmen, para siempre
El supermercado pequeño que está cerca de mi casa es especial. Anclado en este barrio ya casi en el polígono el nevero, se convierte en lugar cuasi sacramental. Llegamos a vivir aquí hace casi treinta años, mi madre ya mayor venía del pueblo y le tocaba adaptarse a la ciudad. Nuestra localización no hacía fácil estar en la vida normal, pero desde las compras y en especial en este comercio se fue bautizando y relacionando de un modo muy natural y familiar. Ella me hablaba de Jose y de Carmen, matrimonio que regentaba el negocio, como miembros de nuestra familia. Más de una vez me comentaba que la gente iba a comprar a los grandes supermercados porque las cosas era algo más baratas, pero que ella eso no podía ni quería hacerlo, porque el trato y el cuidado que recibía en esa tienda era especial. Y una cosa que le llamaba la atención era la complementariedad que había entre los esposos, cada uno en su sitio, pero con una complicidad muy bonita. Mi madre murió hace ya nueve años.
Ahora paso y veo un cartel en el que se indica que van a cerrarlo por motivo de jubilación y se traspasa. Un día me encontré con Jose y me puso al tanto de la situación. Ellos han estado más tiempo, atrasando su jubilación, por razones de seguridad social, también porque les daba pena dejarlo. Pero ya ha llegado el momento y van a hacerlo. Para ellos es una parte de sus vidas, pero no sólo de trabajo, sino de matrimonio y de relaciones. Su historia se ha hecho en camino con las vidas de mucha gente, su comercio era lugar de encuentro y conversaciones variadas y profundas.
Me dice que hace poco estuvo en una celebración de renovación matrimonial de cincuenta años. Comenta que a ellos les falta tiempo para eso, pero si yo les ayudaría a celebrar y renovar su matrimonio ya, ahora que acaban esta etapa. Les gustaría que lo hiciera yo porque para ellos formo parte de esta realidad suya, sobre todo, a través de mi madre. Es verdad que estuvieron atentos siempre cuando ella podía ir y cuando ya no pudo, sus detalles y servicios fueron permanentes. Le digo que lo haré con gusto y que lo prepararemos bien.
José y Carmen, traspasan el comercio desde el que han sido fieles, pero no se jubilan en su amor matrimonial, ni en el sentido de la relación con sus vecinos, sino que lo celebran gozosamente con muchos de los que los rodean. Ha merecido la pena.
La fidelidad de Dios
La fidelidad tiene sus condiciones, pero nunca ha sido exigida por Dios, más bien mostrada y ofrecida, es un don. Él siempre es fiel, lo es a la creación, a la humanidad y a sí mismo, no puede ser otra cosa, porque Él es el que es. Esa coherencia de amor trinitario se va revelando a lo largo de toda la historia de la salvación y lo hace en los acontecimientos históricos donde se muestra que la voluntad divina siempre opera en el orden de la plenitud de promesas sencillas que avalan la bondad del que promete en favor de los prometidos.
Emblemáticos son todos los pactos que hace con los hombres, tipificados en Abrahán, cuando lo hace entrar en el sueño y divide las ofrendas para consumirlas con su propio fuego adquiriendo un compromiso unilateral a favor del pueblo del que será padre. Dios siempre avala los pactos de alianza desde la radicalidad de su opción por los otros, por la razón de un amor sin medida y sin lógica.
Los profetas continuamente experimentarán, en ellos mismos, cómo es la fuerza del amor divino la que los posee para que puedan realizar su cometido, en la mayor de las debilidades, pero con la fortaleza de un mensaje de esperanza que se inspira en el Señor que, por el amor, puede sacarlo todo de la nada en favor de los que ha elegido gratuitamente. Ellos mismos se admiran de que sus promesas se cumplan y que, a veces, incluso quede en ridículo el que profetiza, porque Dios se hace fiel desde una misericordia inesperada que les queda con el corazón al aire de lo interpelado y exigido.
La fidelidad unilateral se hace radical en el acontecimiento de Jesús de Nazaret. La encarnación, vida, pasión y muerte de este hombre se convierten en el sello de una alianza de sangre nueva y eterna. Jesús es el hombre según Dios que revela su fidelidad y su alianza preparada desde siglos en un modo de ser y de hacer que rompe todo lo esperado y se confirma en una resurrección que abre puertas para lo propio del Dios fiel como es la vida eterna.
Somos hijos de la fidelidad que se ha hecho eterna en el crucificado que ha resucitado. Es en Cristo donde nosotros podemos ser fieles, ser auténticos, permanecer en el amor, y de hacerlo incluso cuando no hay razones aparentes para hacerlo. Aquí está la locura del creyente que puede ser fiel para los infieles, porque no quiere negarse a sí mismo. Así lo ha hecho Cristo y todos nosotros estamos llamados a dejarnos ganar por sus sentimientos, los que nos hacen originales en el amor que nunca se acaba, porque viene de una fuente que ya es eterna. Podemos ser fieles porque Él siempre es fiel.