Re-memorar para con-memorar Michael Moore: "No des-historizar la semana santa"

Michael Moore: "No des-historizar la semana santa"
Michael Moore: "No des-historizar la semana santa"

Si olvidamos este horizonte histórico de comprensión del misterio pascual, terminamos reduciendo la semana santa a un conjunto de celebraciones piadosas, más o menos emotivas, pero que no permiten releer nuestras historias -actuales- a la luz de la suya -pasada-.

Creo que en cada semana santa, se nos vuelve a plantear esa pregunta que Jesús dirigió a sus discípulos cuando todo se estaba volviendo un tanto confuso y peligroso… y muchos habían decidido buscar otros caminos y otros mesías: salvación sin cruz.

¿Ayudamos a que “el poder de la palabra” se alimente de la razonabilidad del discurso de fe y no en argumentos de autoridad hoy muy poco sustentables -entre otras cosas- por la falta de autoridad moral y de credibilidad de quien se los adjudica?

Puesto que Jesús aceptó morir para revelar lo que Dios no quiere, supondrá la invitación a evitar que se siga crucificando inocentes, esgrimiendo el poder de la palabra y de la sangre.

Unas palabras previas de necesaria contextualización: tengo el honor de encontrarme, por estos días, en la UCA (Universidad centroamericana “José Simeón Cañas”) de El Salvador; más en concreto, en el Centro “Monseñor Romero”, ofreciendo un curso sobre la teopoética de Pedro Casaldáliga. Y, releyendo frente al “jardín de las rosas” su libro “Cartas abiertas” he dado con el siguiente poema que escribió, contemplando este mismo lugar, hace más de treinta años:

Mártires poema

Rumiando una vez más estas sugerentes décimas, y en el contexto de la semana santa, me han surgido estas someras reflexiones. El poema hace referencia al irracional asesinato de los seis jesuitas y las dos mujeres laicas (la cocinera y su hija) perpetrado el 16 de noviembre de 1989. Luego de la masacre, sus cuerpos fueron arrastrados al pequeño jardín que antecede a la hoy llamada “residencia de los mártires” (donde, con emoción, me estoy hospedando). La sangre derramada de esos ocho inocentes fecundó la tierra de la cual surgieron las rosas que, todavía hoy, adornan el jardín como un testimonio mudo que habla desde una belleza crucificada, de muerte que engendra vida, de resurrección desde el sinsentido y el absurdo.

Una lección que es una advertencia

Mirando el jardín y meditando el poema me preguntaba cuál sería “la lección” que “desde las cátedras fosas” dictaron -y deben seguir dictando- la UCA y el pueblo herido (pueblo salvadoreño, hoy, nuevamente herido, esta vez, con “heridas de temor”). Y ensayo como respuesta: el aceptar el riesgo de la posible muerte como consecuencia de unas innegociables opciones de vida. Los mártires de la UCA no murieron: los mataron… los asesinaron, como a Jesús de Nazaret.

martires UCA

Y entonces me vino a la mente una clave hermenéutica que considero esencial para comprender algo de lo que celebramos en la semana santa: no des-historizar. No des-historizar el Acontecimiento total que es Jesucristo, esto es, entender su muerte a la luz de su vida y su resurrección a luz -o a la oscuridad- de su muerte. Jesús murió como murió porque vivió como vivió. Y el Padre lo rescato de la definitividad de la muerte porque había vivido como había vivido. Creo que si olvidamos este horizonte histórico de comprensión del misterio pascual, terminamos reduciendo la semana santa a un conjunto de celebraciones piadosas, más o menos emotivas, pero que no permiten releer nuestras historias -actuales- a la luz de la suya -pasada-. Porque si con-memoramos hechos históricos sucedidos hace dos mil años no es simplemente para re-cordar algo que le sucedió ayer a Él sino para caer en la cuenta de lo que nos puede pasar a nosotros, hoy. Es decir: sostengo que estas celebraciones tienen que confrontarnos nuevamente, como cada año, sobre nuestra “opción fundamental” de vida que luego, con mayor o menor coherencia, se debe cristalizar en nuestras opciones cotidianas.

La Causa del Reino y la ignominia de la cruz -su consecuencia inmediata aunque penúltima- se interpretan mutuamente. “Por causa de tu Causa me destrozo”, testimoniaba con cierto aire de reclamo el poeta en su soneto “Antes que el gallo cante”. Supo en carne propia Pedro Casaldáliga los sufrimientos que trae aparejado el seguimiento encarnado de Jesús, como también lo padecieron Ignacio Ellacuría y compañeros mártires y, unos años antes, Monseñor Romero…  porque “ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo”. Y por eso nos advierte el profeta del Araguaia como antes nos había interpelado el de Nazaret: “¿Ustedes también quieren abandonarme?” (Jn 6,67). No hay seguimiento sin libertad. Pero una libertad que debe ejercitarse constantemente para no caer en mera inercia. Por eso, creo que en cada semana santa, se nos vuelve a plantear esa pregunta que Jesús dirigió a sus discípulos cuando todo se estaba volviendo un tanto confuso y peligroso… y muchos habían decidido buscar otros caminos y otros mesías: salvación sin cruz.

via crucis

¿Qué palabra, qué teología?

“Después de la sangre, la palabra es el «poder» mayor”, afirma de modo contundente Pedro Casaldáliga en uno de sus diálogos con Teófilo Cabestrero. Los seis jesuitas mártires re-cordados en el poema “desencadenante” de estas líneas, son un testimonio de ambos poderes: el de la palabra pronunciada desde la enseñanza en la UCA y en los diversos lugares donde esos religiosos practicaban el Reino, y el de la sangre derramada, consecuencia directa de esa palabra subversiva, y que fungió como una suerte de lacre divino que la confirmaba. Es de esperar que no siga haciendo falta el derramamiento de sangre, pero también es de esperar que se siga haciendo uso de ese “poder mayor” de la palabra. Aquí y en todas las universidades que se califican como “católicas”.

Como teólogo y como profesor, me lleva a cuestionarme qué tipo de teología estamos enseñando tanto en los seminarios y facultades específicamente de teología como en las otras carreras donde suele impartirse -obligarse- a cursar algunas materias teológicas (que, en muchos casos, no suelen superar el nivel de comentarios irrelevantes al Catecismo de la Iglesia Católica). ¿Qué pastores, qué teólogos y qué profesionales estamos formando y para qué? ¿Qué incidencia real tiene esa formación en vistas a conformar una iglesia más jesuánica al servicio de un mundo tan necesitado de salvación? ¿Qué es lo que define a una universidad para que pueda y deba denominarse “católica”? ¿Ayudamos a que “el poder de la palabra” se alimente de la razonabilidad del discurso de fe y no en argumentos de autoridad hoy muy poco sustentables -entre otras cosas- por la falta de autoridad moral y de credibilidad de quien se los adjudica?

Pedro-na-cruz-da-primeira-capela

“¿No sabes imponerte, Amor frustrado?”

“…y Obdulio cuida las rosas / de nuestra liberación”, concluye el poema. Obdulio, el jardinero, era el marido de Elba y padre de Julia, las dos mujeres mártires, asesinadas junto a los jesuitas. Dicen que murió, poco tiempo después de ellas, de tristeza. Mientras escribo estas líneas se acerca un muchacho a regar las rosas. No sé su nombre pero, sin duda, es también un trabajador del “pueblo herido”. Para que las rosas sigan gritando palabras de liberación es necesario que este nuevo jardinero -anónimo para mí- las siga regando todos los días. Y que nosotros, los que de alguna manera detentamos el poder de la palabra desde nuestro ministerio, nos replanteemos si nuestras prédicas y teologías son verdaderamente de liberación.

Porque toda teología es de liberación o no es teología; y no estoy haciendo referencia a una determinada corriente teológica, sino apuntando a que el evangelio mismo fue en Jesús y debe serlo con nosotros una palabra de liberación, de salvación, de humanización. Palabras que vienen pronunciadas definitivamente en la resurrección que relativiza el poder de la muerte y de los victimarios, pero no sin antes atravesar Getsemaní y el Gólgota. La resurrección es así  la re-acción del Padre ante la acción de los hombres (poderosos)… acción que siempre será respetada por ese Dios omni-potente que se vuelve im-potente ante el hombre pre-potente. “¿No sabes imponerte, Amor frustrado?”, le espeta, insolente, Casaldáliga a Dios en el rostro (en el soneto titulado “¿Por qué me has abandonado?”). Pero es una pregunta retórica porque bien sabe el poeta que el Dios del Amor discreto se vuelve frustrado ante la negativa de sus hijos. Dios no sabe imponerse. No es que no quiere: el Omnisciente no sabe.

Hacia una luz tenue

Concluyo porque está cayendo el sol y el jardín de las rosas se está cubriendo de sombras. No des-historizar la semana santa implicará, en definitiva, dos cosas fundamentales: en primer lugar, leer nuestro presente desde la dialéctica vida-muerte que atravesó a Jesús; dialéctica que nos invita a repensar nuestras opciones últimas y sus posibles consecuencias, en el hoy concreto de nuestro vivir. En segundo lugar, puesto que Jesús aceptó morir para revelar lo que Dios no quiere, supondrá la invitación a evitar que se siga crucificando inocentes, esgrimiendo el poder de la palabra y de la sangre… que también se derrama gota a gota cuando se rozan las esquinas peligrosas de nuestra historia, en lento martirio, menos espectacular pero no menos doloroso. Y, en el mientras tanto, seguir avanzando, iluminados por la tenue luz de la Resurrección que despunta amenazando Vida y que, como la utopía de Galeano, nos sirve para caminar, “esperando a contramano” (que no es poco)

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