Argumentos contra los programas del corazón y los reality shows
Poca gente, en su sano juicio, puede creer que las discusiones entre famosillos que vemos en la TV pertenecen a la vida corriente de la mayoría de las personas. Y, sin embargo, al verlos un día tras otro, el telespectador confunde el hecho con la ficción y lo verdadero con lo falso.
De esa forma tales comportamientos acaban pareciendo lógicos y cambian la mentalidad del telespectador, hasta el punto de que esos comportamientos pueden repetirse en la vida real de las personas normales.
El ejemplo más claro está en la sexualidad. El “todo vale”, el sexo light, el sexo sin amor se ha convertido en cultura dominante en determinados ambientes.
La banalización de la sexualidad tiene que ver con interpretar esa relación como una actividad desconectada de la donación afectiva entre dos personas que se quieren. A esa banalización han contribuido algunos medios de comunicación, presentando, a quien hace ostentación de esos valores, como “trasnochado” y “mojigato”.
Para Octavio Paz la moral permisiva ante el sexo “ha degradado a Eros, ha corrompido a la imaginación humana, ha resecado las sensibilidades y ha hecho de la libertad sexual la máscara de la esclavitud de los cuerpos”.
En esas circunstancias la principal damnificada es la familia. Hijos que, al no haber tenido una familia estable, encuentran dificultades añadidas para construir su mundo afectivo. Dice el psiquiatra Enrique Rojas: “la primera epidemia mundial que existe en la actualidad no son las drogas, ni el sida, ni las depresiones, ni el estrés sino las rupturas conyugales”.
ALTERNATIVA ÉTICA
Hay que asumir la necesidad de relativizar la importancia que tradicionalmente se le ha dado a la moral sexual, destacando, como ha dicho el Papa Francisco, que la Iglesia tiene que centrarse en lo esencial, que no es la doctrina moral sino el anuncio del Cristo que salva.
Desde esa óptica sí hay que decir alto y claro que para dar sentido a la vida de la gente, el sexo sin amor no enriquece la vida ni refuerza la relación de la pareja, más allá del acto perentorio y fugaz del amor físico.
Hay que proponer vivir la sexualidad en un clima ético seriamente amoroso. Hay que apostar por unos valores morales que unan la sexualidad al afecto.