En esta semana entra en vigor el acuerdo de la ONU para estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero. Hay mucha esperanza depositada en él.

Se considera que puede ser el comienzo de la actuación conjunta y coordinada que es imprescindible para contener el aumento de la temperatura de la Tierra.

Es resultado del acuerdo alcanzado a finales de 2015 en París. Un acuerdo vinculante y universal, aprobado por 195 países y que ahora entra en vigor, una vez que ha sido ratificado ya por el 55% de los países.

Según el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, el impulso global ha hecho que lo que antes era impensable sea ahora imparable. La solución solo puede llegar si la afrontamos unidos, solidariamente implicados e incluso moralmente obligados; puesto que somos víctimas, sí, pero somos sobre todo responsables... causantes de todo este daño.

Tanto la Convención Marco, como el Acuerdo mismo, son la clave de ese compromiso mundial; que es emocional y moral, pero que también tiene que ser tecnológico, científico, económico y político.

Sabemos a ciencia cierta que la elevación de la temperatura de la Tierra, y los gravísimos problemas que acarrea, necesitan de una solución urgente y consensuada, que no puede ser unilateral.

Sabemos que protegiendo el medio ambiente no solo protegemos los bosques, las aguas, los cielos, la fauna y la flora; nos protegemos a nosotros mismos y nuestra pervivencia sobre la faz de la Tierra.

Sabemos que para evitar la amenaza global hay que apostar por el desarrollo sostenible, la reducción definitiva de emisiones contaminantes, el uso de energías renovables, el reciclado…

Reconociendo el esfuerzo realizado la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París acaban de recibir el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional.

¡Celebrémoslo!