Recoger la ropa antes de que se ponga a llover

Reconocerse mayor es, en nuestra actual sociedad, contracultural. Vivimos como si existiera la eterna juventud; como si en todo y para siempre pudiéramos estar al 100% y nos negamos a reconocer cualquier otra realidad. Pero, puesto que la edad avanza, me parece importante reconocerlo, aprender a envejecer con dignidad y prepararse para ayudar a seguir dando vida a los años.

Hay gente que trabaja por y para mejorar la atención socio sanitaria de los mayores. Y quiero expresarles mi gratitud, admiración y reconocimiento. ¿Te imaginas cómo comunicar a una persona y sus familiares que aquel ha entrado en un proceso de demencia senil o que incluso tiene Alzheimer? Hay quien lo hace. Y lo hace con una gran humanidad.

Va a ser un proceso irreversible; la crónica de una muerte anunciada. Una muerte lenta que va a generar, en el camino, una creciente incapacidad de comunicación y una dependencia progresiva, que puede llegar a convertirse en absoluta.

¿Qué es lo mejor para la persona cuidada y cómo hacerlo para que no se lleve por delante al cuidador?

Ante el diagnóstico de una situación de deterioro irreversible es muy importante tomar conciencia de lo que es y lo que supone la situación que se avecina.

Familiares de ese tipo de enfermos dicen que nos les duele tanto el tener que trasladar, vestir, lavar o dar de comer al enfermo como el no recibir ningún tipo de respuesta de éste. Y a esa sensación de frustración responden los expertos que han estudiado el tema que en el enfermo permanecen vivas otras sensaciones: en una mirada, en una caricia, en una mano que se aferra a la tuya, en un beso. Y, dicen, que el hecho de que lo que antes importaba deje ahora de importar no significa que nada importe.

Trabajar con gente a la que no vas a recuperar, sino que inevitablemente va a continuar deteriorándose, es realmente difícil. Entiendo que algunos no puedan con ello y creo necesario prevenir el denominado síndrome del quemado. Y reconozco, en todo caso, que es un trabajo cargado de humanidad ante el que quiero manifestar mis mayores respetos.

Hay que abordar, también, el síndrome del cuidador, víctima de un progresivo desgaste físico y emocional y con sentimientos contradictorios, ya que pese a una dedicación que puede ser muy absorbente cree que no lo está haciendo lo suficientemente bien.

Aprender a aceptar las limitaciones que van surgiendo; los caminos que se van cerrando y las enfermedades que nos van deteriorando no hay que tomarlo a la tremenda pero no se puede vivir de espaldas a ello. Es mejor percatarse de que llega la lluvia y recoger la ropa antes de que aquella la destroce.
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