Una declaración de amor

Oí un día a un filósofo de la vida que en ésta “lo que realmente importa, es la familia y esos pocos amigos que nunca te van a fallar”. Son esa las personas que hoy me van a acompañar en una celebración muy especial.

Un día, en un momento muy importante de mi vida, recibí un SMS de mi hija Irene que desde Italia me decía: estoy contigo y sabes que te quiero”.

Tengo otro mensaje guardado en el baúl de los recuerdos. Es de mi hija Lucia y venía con prólogo “para que lo pienses”. Y decía: “la palabra convence el ejemplo arrastra”.

El amor de Irene es incondicional. Te quiero como eres, dice. El de Lucía es constructivo y exigente. Porque te quiero hago de pepito grillo para ayudarte a crecer y madurar como persona.

El amor de Pilar, mi mujer, es síntesis de los amores de mis dos hijas. Me quiere como soy. Pero me quiere, también, como yo mismo quiero ser. Y me ayuda a conseguirlo. Me doma, me serena, me tranquiliza. Me ayuda a encontrarme conmigo mismo y con todo aquello que es esencial. Alimenta mi fe y me ayuda a estar en este mundo aun no siendo de este mundo.

Porque quiero seguir creciendo. Porque necesito ayuda para hacerlo. Porque quiero envejecer con ella, hoy voy a decir a Pilar que 25 años de casados me saben a poco. Que quiero renovar nuestro compromiso matrimonial.

Quiero hacerlo ante el Dios que da sentido a nuestras vidas. Y tomando como testigos a la familia y esos amigos que han hecho que, aunque la vida no sea fácil, con gente como ellos detrás es difícil tener miedo a nada.
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