Las primaveras de Tarancón y Francisco
A través de la referencia a este salmo (126) el cardenal Madariaga presentó los actos en homenaje al cardenal Tarancón, que se celebraron recientemente en Madrid.
Tarancón fue el hombre que tanto y tan bien trabajó por traer la primavera a la transición política española. Y al recordarle es inevitable establecer un paralelismo con la primavera del Papa Francisco.
Al igual que Tarancón el Papa Francisco camina entre rosas en las que surgen espinas. Espinas que duelen, que frenan, que hacen llorar.
El salmo mencionado ya predice esas lágrimas: “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, pero al volver vendrá con regocijo trayendo sus gavillas”.
Aceptemos las lágrimas, pero aprendamos a gestionarlas. Haciendo nuestra la recomendación de Watchman Nee, que fue un escritor cristiano que pasó los últimos 20 años de su vida en las cárceles chinas: “Mantener la mano en el arado, mientras nos secamos las lágrimas, este es nuestro llamado”.
Quienes apostamos por la primavera en la Iglesia debemos actuar convencidos de que el cambio solo será posible si ponemos a disposición del mismo las capacidades y voluntad requeridas. Si nos implicamos en el mismo. Si afrontamos las resistencias activas de los que siguen anclados en sus privilegios. Si no nos contagiamos de la pasividad de los escépticos.
La esperanza surgida de una profunda fe nos ayudará a impulsar el cambio anhelado. Con serenidad y sin prisas, pero con confianza y firmeza en que lo sembrado dará sus frutos. Y con la seguridad tan bellamente descrita por Álvaro Cunqueiro: "El ave canta aunque la rama cruja porque conoce la fuerza de sus alas".