Cuando los sentimientos te desbordan

En los 6 años que llevo escribiendo en este blog es la primera vez que me bloqueo. Porque soy incapaz de poner en palabras los sentimientos que la llegada de Pilar han hecho brotar en mí a raudales. Pilar, nieta mía, espero que la vida me dé oportunidades para decirte, desde el corazón, lo que hoy no puedo expresar. Mientras tanto dirijo, desde la cabeza, algunas reflexiones a tus padres.

Desarrollar en Pilar la habilidad de SER FELIZ. Y siendo conscientes de que los niños tienden a imitar a sus madres/padres procurad ser felices si queréis que ella lo sea.

Cultivar y reforzar la inteligencia emocional de Pilar. Ayudarle a desarrollar vínculos de apego; a gestionar adecuadamente los sentimientos; a actuar con empatía; a sonreír tal y como vosotros sabéis hacerlo.

Inculcarle los hábitos que han contribuido a hacer de vosotros una pareja feliz.

Transmitirle, ahora que sois una familia, la importancia que vosotros dais a los vínculos familiares y hacer que ella los sienta como propios.

Ayudarle a ser generosa. A ser afable, hospitalaria y solidaria como vosotros lo sois.

Mostrarle, desde el ejemplo, la grandeza de la gratitud, el perdón, el optimismo y las cosas inmateriales por las que vale la pena apostar.

Huir de la postura de la familia “light”, vacía de cometidos, que renuncia a su papel de educador y de conformador de valores.

Prestarle atención a su educación y su entorno: la escuela, los amigos, el entorno social en el que se desenvuelva. Y hacerlo convencidos de que educamos con lo que decimos, mucho más con lo que hacemos, pero sobre todo con lo que somos.

Asumir que su educación requerirá tiempo, dedicación, autocontrol, respeto, comunicación, convivencia, confianza, cercanía, cariño, testimonio, paciencia y coherencia.

Enseñarle a saber diferenciar lo esencial de lo accidental; los principios y valores a los que no debe renunciar y, en los que por tanto, debe poner un énfasis especial.

Dotarla de la madurez suficiente para no ser manejada ni zarandeada por el mundo que la rodee. Sabedores de que lo esencial no será el aislarla de todo ambiente que pueda conllevar un determinado riesgo sino que adquiera la madurez suficiente para que prevalezcan sus propios valores.

Contagiarla de la fortaleza que habéis mostrado superando dificultades, que no han sido pocas. Para que se impregne de esa seguridad, esa paz, esa estabilidad, esa tierra firme en la que os apoyáis. Para que descubra donde se sustenta vuestro sentido de la vida. Y hacerlo convencidos de que esa imagen, aun sin quererlo, será un referente importante para su propia vida.

Hacerla partícipe de lo que habéis aprendido de esas personas que han sido referentes importantes en vuestras vidas. De algunas ellas os hablé en vuestra boda: el talante que mostraban ante la vida; una serenidad y un equilibrio interior grandes; una madurez sin ocaso; una vida espiritual intensa.

Poner en valor la grandeza y el privilegio que supone para vosotros el tener a Dios muy presente en vuestra vidas. ¡Cuidar y cultivar la dimensión espiritual de su vida!
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