Tomas de las universidades

Es fácil tomarse una universidad. La universidad es inerme. Ella no tiene un poder propio. Vive del amor a la verdad, al bien y a la belleza. Es tan frágil, que se la humilla con facilidad.

Deploro las tomas. Me afectan, me impiden estudiar; me hacen sufrir, pues me da pena ver a los estudiantes arriesgar la calidad de su formación. Todas las tomas dañan la universidad, pero no me confundo. Hay tomas y tomas, así como hay estudiantes y estudiantes.

Comprendo que haya tomas porque a veces no hay otra forma de reclamar cambios en la educación universitaria. Pero, ¿cómo va a ser normal que los establecimientos sean rayados y destruidos, los semestres atrasados, los académicos echados de sus oficinas? ¿Cómo no va a dar pena que el día de mañana nuestros estudiantes no encontrarán trabajo porque en su CV dirá que egresó de una universidad famosa por los disturbios?

Hay tomas y tomas también bajo otro respecto. No puedo dejar pasar que existen otros agentes que también violan la autonomía universitaria. Grandes corporaciones empresariales nacionales y extranjeras han exprimido, contra la ley, a nuestros estudiantes y a sus familias. La empresa privada, por su parte, obtiene de las universidades la investigación que les financia. Así desvían las energías intelectuales de los académicos hacia sus áreas de interés, las que no son siempre las que convienen al país. Todavía más, las universidades han comenzado han comenzado regirse por los estándares norteamericanos de acreditación científica. ¿No se da cuenta la academia que todo sistema de producción de conocimientos obedece intereses bien concretos? Otras universidades pueden pertenecer o haber caído en las manos de un partido político. No faltan tampoco las facultades apoderadas por un grupo de académicos reunidos en torno a una escuela científica, a unos negocios o a la edad, grupos cerrados que no dejan entrar gente nueva. Las universidades se las toman cualquiera. También las iglesias le faltan el respeto. Un clérigo puede meter mano en ella como el verdulero acomoda las peras. Todas estas configuraciones universitarias son patológicas.

Talvez alguien piense que una toma justifica a otras tomas. Así piensan siempre los sinvergüenzas. No es honesto decir: “estos se toman la universidad por estas razones, yo también tengo razones para tomármela”.

Hay tomas y tomas, pero todas son tomas. Todas hieren la autonomía que es el alma de la universidad. Es necesario distinguir entre unas y otras, no son todas igualmente graves, pero un auténtico amor por la universidad exige luchar por su autonomía. Las movilizaciones estudiantiles no tienen por qué se sinónimo de tomas y menos de cualquier tipo de tomas.

No todos los estudiantes que se han tomado los establecimientos en Chile destruyen las salas, queman los asientos, rompen los vidrios, se roban los data show, amenazan a sus compañeros, fabrican bombas molotov, insulta a la madre de los guardias o les pegan si les piden las credenciales. Muchos de los estudiantes que de buena fe participan en las marchas y tomas son a la vez víctimas de las mesas planas y de dirigentes que simulan amor al diálogo, y mienten sin sonrojarse.

Muchos estudiantes no participan en las re-tomas porque no quieren volver a ser usados y desechados.

La universidad es hermosa porque en ella la discusión de las ideas es la única batalla que cuenta. Pero una batalla entre académicos e incluso entre estos y sus estudiantes, es una episodio en una guerra que unos y otros ganan juntos. La verdadera universidad es el más humilde de los recintos, porque ella no funciona sin respecto máximo por quien piensa distinto. Un verdadero universitario, alguien que tiene la libertad interior para bajar al fondo de sí mismo y con honestidad reconocer que duda de sus propios conocimientos, no puede sino reconocer y reverenciar el trabajo de su colegas. Un verdadero profesor debe valorar el punto de partida real con que sus estudiantes llegan a su curso. ¡Jamás humillarlos con sus ciencia! El lenguaje de la ciencia no es el del poder. La verdad que en las universidades prevalece por la fuerza de la argumentación y de la prueba. En ellas vencen los que convencen.

La razón es la verdadera fuerza de la universidad. El diálogo y la discusión, la fundamentación, el ensayo, la búsqueda, la equivocación, los descubrimientos son posibles en aquellas universidades que gozan de autonomía. Sin libertad no hay universidad. El miedo a los que suelen tomarse la universidad, la mata. Hay muchas maneras de tomársela, de matarla. La universidad es tan bella como indefensa. Por eso me duele verla maltratada.

Por eso, sobre todo, lucho para que los mismos poderes que hoy se apoderan de la universidad algún día cooperen en garantizar su autonomía.
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