Sobre el derecho de los Emberá Chami a nombrar su territorio Cristianía, Karmata Rúa: todo nombre dice Cristo
Hace ya un siglo, el padre Ezequiel Pérez, entonces párroco de Jardín, cambió nombre a uno de los territorios ocupados por el pueblo Emberá Chamí, y así lo que antes se llamaba Karmata Rúa, Tierra de la Pringamoza, pasó a llamarse Cristianía.
En los últimos años, después de reflexión y desde una recobrada consciencia de su identidad, los habitantes de ese lugar han decidido recuperar su nombre y llamar a su territorio como lo hicieron sus ancestros.
Todos los nombres, así no hayan sido dados por cristianos, dicen Cristo y dan pistas para intuir a Dios..
Sí, el pueblo Emberá Chamí quiere seguir siendo cristiano y, al mismo tiempo, llamar uno de sus territorios Karmata Rúa.
Todos los nombres, así no hayan sido dados por cristianos, dicen Cristo y dan pistas para intuir a Dios..
Sí, el pueblo Emberá Chamí quiere seguir siendo cristiano y, al mismo tiempo, llamar uno de sus territorios Karmata Rúa.
| Jairo Alberto Franco Uribe
Hace ya un siglo, el padre Ezequiel Pérez, entonces párroco de Jardín, cambió nombre a uno de los territorios ocupados por el pueblo Emberá Chamí, y así lo que antes se llamaba Karmata Rúa, Tierra de la Pringamoza, pasó a llamarse Cristianía. En los últimos años, después de reflexión y desde una recobrada consciencia de su identidad, los habitantes de ese lugar han decidido recuperar su nombre y llamar a su territorio como lo hicieron sus ancestros; esta decisión del pueblo no ha sido vista con agrado por algunos fieles cristianos, y no faltan entre ellos algunos clérigos, y por esto, como lo he escuchado cuando voy a mi pueblo, andan diciendo que los indígenas no quieren ser más cristianos, al no querer llamarse más como los llamó la iglesia cien años atrás, Cristianía, y querer recuperar su nombre de siempre, Karmata Rúa.
En mis tiempos de Kenia, de los que confieso nostalgia, esta discusión sobre los nombres, los supuestamente cristianos en contraposición a los también supuestamente paganos, no era extraña en las comunidades eclesiales. Por una de esas dicotomías extrañas a Jesús, resulta que solo unos nombres eran cristianos, y aquí abundan los José, las María, los Benedicto y los Domingo y estos eran los que tendrían que escoger los nuevos creyentes que ya no podrían llamarse más N’gugi, Nachamí, Loisula o Waiyaki… Así no faltaba el sacerdote o el catequista que, antes del bautismo, exhortaba a los catecúmenos a buscarse nombres en el santoral traído de afuera y a dejar los de su tradición.
Así pues, todavía para mucha gente de iglesia hay nombres cristianos y otros que no lo son y que se desprecian como paganos; y en nombre de Cristo, un Cristo en diminutivo, reducido a los límites de la institución eclesial y de la Cristiandad, y nunca el que, como lo dice el Vaticano II, “se unió por su encarnación con todo hombre y mujer” (Gaudium et Spes 22), en nombre de un Cristo así, digo, nos creemos con derecho a cambiar los nombres de las cosas y a nombrarlas a nuestra manera. Olvidamos que Cristo está presente en todos los pueblos y culturas y que todos los nombres, de todas las personas del mundo y de las cosas todas de la creación, explican su misterio, revelan un evangelio, llevan consigo una historia de salvación…. Todos los nombres, así no hayan sido dados por cristianos, dicen Cristo y dan pistas para intuir a Dios.
Y así también Karmata Rúa, ese nombre que pareció inapropiado al celo del padre Pérez y que el cura cambió a su amaño; sí, también Karmata Rúa dice Cristo porque Cristo, en quien “todo consiste” (Colosenses 1,17) está también presente en la tierra y en la pringamoza… y allá en las misiones, las de África y las de dónde sea, Waiyaki, Nachamí, N’gugi y Loisula, dicen Cristo y Cristo está presente en ellos y sus nombres lo explican. Desde que la Iglesia se arrogó el poder de nombrarlo todo y a todos y de quitar nombres, desde eso que empezó hace ya muchos siglos, desde Constantino, perdimos posibilidades de contemplar el misterio de Cristo que palpita en todo lo que hay y de escuchar el evangelio en los nombres de las cosas y de las personas. El padre Pérez tenía buena voluntad, hay que reconocérsela, pero su comprensión, estrechada en la iglesia de Cristiandad y con pretensiones de completa, arrebató acepciones al misterio, hizo callar culturas y desechó identidades; entendemos al buen párroco, pero no lo podemos seguir celebrando.
Sí, el pueblo Emberá Chamí quiere seguir siendo cristiano y, al mismo tiempo, llamar uno de sus territorios Karmata Rúa; nadie que los visite en sus casas, que reciba su bienvenida, que se siente a comer a sus mesas, que ore con ellos, que sepa sus reclamos y sus sueños, que celebre la eucaristía con la asamblea que se reúne en su templo puede dudarlo. Ellos sólo quieren su identidad y quieren que sus palabras y sus signos, su lengua y sus costumbres, sus ritos y su visión tengan entrada propia en el diccionario diverso que dice Cristo de infinitos modos. No necesariamente hay que llamar Cristianía a la tierra de la pringamoza para que sea de Cristo y de cristianos.
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