¿qué hicieron la mayoría de obispos, sacerdotes y comunidades religiosas? Las preguntas de la Comisión de la Verdad a la Iglesia en Colombia
En su declaración final, la Comisión de la Verdad, dejó preguntas a toda la sociedad colombiana; aquí, en este artículo, quiero que nos dejemos interpelar por las que nos hizo a los creyentes y a los líderes de la Iglesia en nuestro país: “¿Qué hicieron ante esta crisis del espíritu los líderes religiosos? Y, aparte de quienes incluso pusieron la vida para acompañar y denunciar, ¿qué hicieron la mayoría de obispos, sacerdotes y comunidades religiosas? ¿Cómo nos atrevimos a dejar que pasara y a dejar que continúe?”
Parece que, según los interrogantes que hace la Comisión, la mayoría de los líderes eclesiales miramos esta guerra desde los altares y devociones y que los muchos que ofrecieron su vida y la siguen dando son todavía minoría.
Termino con una historia que podrá servirnos de espejo para este examen de conciencia que nos pone la Comisión de la Verdad. Sucedió durante la pandemia, cuándo queríamos volver a la normalidad que es más bien tragedia, y fue la consagración de un obispo para una diócesis de las más afectadas por el conflicto....
Termino con una historia que podrá servirnos de espejo para este examen de conciencia que nos pone la Comisión de la Verdad. Sucedió durante la pandemia, cuándo queríamos volver a la normalidad que es más bien tragedia, y fue la consagración de un obispo para una diócesis de las más afectadas por el conflicto....
| Jairo Alberto Franco Uribe
En su declaración final, la Comisión de la Verdad, dejó preguntas a toda la sociedad colombiana; aquí, en este artículo, quiero que nos dejemos interpelar por las que nos hizo a los creyentes y a los líderes de la Iglesia en nuestro país: “¿Qué hicieron ante esta crisis del espíritu los líderes religiosos? Y, aparte de quienes incluso pusieron la vida para acompañar y denunciar, ¿qué hicieron la mayoría de obispos, sacerdotes y comunidades religiosas? ¿Cómo nos atrevimos a dejar que pasara y a dejar que continúe?”[1].
La comisión y todos nosotros sabemos que hubo mucha gente de Iglesia, entre ellos muchos de nuestros líderes sociales, que puso y pone su vida para acompañar y denunciar y esto hay que traerlo como premisa de toda respuesta a estas preguntas. No podemos olvidar a los obispos Jesús Emilio Jaramillo, asesinado por la guerrilla del ELN, e Isaías Duarte Cancino, asesinado por el narcotráfico; hay una buena cantidad de religiosos y religiosas que han caído en su lucha por los más pobres y por ponerse al lado de las víctimas, pensemos en Yolanda Cerón, mujer consagrada que murió a manos de paramilitares por reclamar las tierras y buscar justicia para los que habían sido despojados en Tumaco; como no recordar a Álvaro Ulcué Chocué, sacerdote indígena que se puso al lado de los suyos y que por ello sufrió el martirio; y también a sacerdotes como Tiberio Fernández, asesinado por miembros del ejército y paramilitares, y a Jorge Luis Mazo, párroco de Bojayá, asesinado por paramilitares, Jaime Restrepo, asesinado también por paramilitares en San José del Nus…. y tantos, tantos otros, que resulta imposible hacer la lista. Y no podemos dejar de mencionar a los vivos, muchos cristianos que hoy se empeñan por la justicia y que están bajo amenazas, comunidades religiosas y equipos pastorales que hacen presencia y trabajan por la paz en la Colombia profunda, los obispos del Pacífico que han dado la cara por los negros, los indígenas y los campesinos de sus jurisdicciones y que están igualmente amenazados… Estos hombres y mujeres de fe supieron leer los signos de los tiempos y ponerse en el lado correcto de la historia, que es siempre el de las víctimas; ellos y ellas siguen entre nosotros dándonos testimonio de valentía y amor hasta dar la vida; es que es y será siempre peligroso estarse al lado de los nadies; eso ya lo sabemos desde Jesús de Nazaret.
Sin embargo, las preguntas de la Comisión de la Verdad siguen inquietantes y tienen que mover a nuestra Iglesia colombiana: “¿Qué hicieron ante esta crisis del espíritu los líderes religiosos?¿qué hicieron la mayoría de obispos, sacerdotes y comunidades religiosas? ¿cómo nos atrevimos a dejar que pasara y a dejar que continúe?”. Parece que, según los interrogantes que hace la Comisión, la mayoría de los líderes eclesiales miramos esta guerra desde los altares y devociones y que los muchos que ofrecieron su vida y la siguen dando son todavía minoría. Y es que los datos de la tragedia contradicen nuestra fe: no es posible que en un país de mayorías cristianas no acabemos de reciclar guerras y violencias, y que en esta última se cuenten 450,664 asesinados, 4,237 masacres, que en unos pocos años, y bajo gobiernos muy católicos, la fuerza pública haya ejecutado a 6,402 personas inocentes y sólo para mostrar éxito militar; que hayamos eliminado a un partido, la UP, y que sólo por verlos ganar en las elecciones hayamos asesinado 5,733 miembros y que casi todos los otros se hubieran tenido que exiliar; en este país han desaparecido 121,768 personas a manos de asesinos que se ponen escapularios y que se echan bendiciones; aquí los desplazados y arrancados de sus tierras son 7,752,964… y a toda esta contradicción de muerte, torturas, violaciones, desapariciones, pillaje, desplazamientos, pueblos enteros olvidados, negros discriminados, indígenas ignorados, campesinos victimizados, mujeres degradadas a botín de guerra, población lgbtiq+ borrada, niños reclutados para la guerra, exilio, a todos esto llegamos a llamarlo normalidad, una normalidad, tenemos que reconocerlo, al ritmo de las campanas y del culto: “¿cómo nos atrevimos a dejar que pasara y a dejar que continúe?”.
“¿Qué hicieron la mayoría de obispos, sacerdotes y comunidades religiosas?”; es preciso que respondamos esta pregunta de la Comisión de la Verdad; ignorar esta cuestión no nos dejaría ser más la Iglesia de Jesús, la de las víctimas y nos haría más una iglesia gnóstica, en las nubes, en los rituales, en las doctrinas, en la moralina, en los ideales, pero no en la realidad, en la carne, en lo que pasa, en la historia, en el aquí y ahora. El futuro de la Iglesia en Colombia pende de la respuesta honesta que demos.
Termino con una historia que podrá servirnos de espejo para este examen de conciencia que nos pone la Comisión de la Verdad. Sucedió durante la pandemia, cuándo queríamos volver a la normalidad que es más bien tragedia, y fue la consagración de un obispo para una diócesis de las más afectadas por el conflicto y en la que sus gentes han sido pisoteadas por todo tipo de actores armados, allí han estado las FARC-EP, el ELN, los paramilitares, la fuerza pública, el narcotráfico, minería y economías ilegales… pues se estaba consagrando obispo para esa región y yo seguí toda la ceremonia en internet, como fue común bajo el COVID; y participando de todo me quedé con una sensación de iglesia gnóstica, no porque haya seguido el acontecimiento en la nube online sino porque nada de allí nos conectaba con la realidad. Durante toda su homilía el obispo consagrante no mencionó la situación de la jurisdicción a la que se destinaba el nuevo pastor; para nada contaba en sus palabras la pasión, muerte y resurrección del pueblo al que serviría el nuevo ministro; era como una “ordenación absoluta”, de esas que se prohibieron desde hace ya mucho tiempo y que aún son tan frecuentes, de obispos sin comunidad, sin contexto, sin pueblo de Dios; daba la sensación de que el nuevo obispo iría a trabajar a la luna o tal vez a marte y que no necesitaba armarse de esperanza y buenas noticias para un pueblo sufrido, que trabajaría por una salvación que no tenía nada que ver con la gente sufrida que se alegraba de su nombramiento y que lo aguardaba impaciente.
Me pregunté entonces, si el video de la misa se viera después de unos siglos, cómo los arqueólogos futuros pudieran situarlo en la historia; descubrí que sólo dos detalles podrían llevarlos a aproximar el tiempo de ese acontecimiento que quedó en el audiovisual: - primer detalle: el consagrante mencionó, así en latín descarado, la Christus Dominus, el documento sobre los obispos del Concilio Vaticano II y esto para reforzar la doctrina que quería inculcarle a los presentes; con esto los estudiosos podrían situar la ordenación episcopal después del año 68 del siglo XX; y el segundo detalle, el recién ordenado, ya dando las gracias al final de la ceremonia se refirió a la pandemia solo para decir que aunque los fieles no estaban allí físicamente por las leyes de bioseguridad que lo prohibían, si lo estaban las “almas de todos” y que esa catedral en realidad nunca había estado tan llena; se refirió al COVID no para solidarizarse con las víctimas que padecían la enfermedad y el luto de los suyos, sino para resaltar lo importante que era para todos su consagración, esta autorreferencia sin embargo podrá ayudar a los que quieran datar la misa y se sabrá que fue en tiempos de la plaga, aproximadamente entre los años 20 y 21 del XXI.
¿Qué hacíamos y qué hacemos las mayorías cristianas y los líderes eclesiales en esta tragedia que todavía no se acaba? Las víctimas de Colombia esperan nuestra respuesta. Vuelvo a dar gracias por los creyentes, la minoría, que se han sabido ubicar en el lado correcto de la historia. En la obra de teatro, “Develaciones, un canto a los cuatro vientos”, que acompañó la entrega del informe, vimos un obispo sentado en la mesa de los violentos y poderosos; seguramente dentro del pueblo victimizado, obligado a cargar esa mesa, había también gente de fe y muchos líderes religiosos, de eso no hay duda...que este examen de consciencia nos ayude a encontrar nuestro lugar y que todos caminemos con la gente y hagamos lo que hay que hacer… y que esa mesa baje al suelo, no esté más en los hombros de los pobres, y que tenga abundancia para todos.
[1] (Comisión de la Verdad, Declaración informe final, página 21)