Las luchas de Lourdes y Salustiano para poder casarse "por la Iglesia" El amor reducido a mero trámite legal en los despachos parroquiales
Lourdes y Salustiano, son parte de Caminos de Esperanza, Madres de la Candelaria; hacen una pareja muy linda y llevan diez y siete años juntos.
Esta guerra los ha aporreado, a ella le asesinaron un hijo y tiene otro desaparecido, a él lo hicieron salir de su tierra; los dos viven en las laderas de la ciudad, a su casa se llega por callejuelas estrechas y empinadas, no sube hasta allá el transporte público, ella lucha con el cáncer y él, aunque también enfermo, la cuida y se esmera por ella.
La cosa es que Lourdes y Salustiano se quieren casar “por la Iglesia”. Da la impresión que lo que para ellos es amor para los despachos parroquiales y oficinas eclesiásticas es un mero trámite legal.
Se nos perdió pues la comunidad, si hubiera relación, interés por las personas y sus situaciones, cercanía a lo que viven los más pobres, estos líos no existirían. Esto que les pasa a Lourdes y Salustiano es síntoma de una Iglesia muy en las reglas, pero lejos de ser familia, de vivirse como encuentro… se nos perdió el misterio al celebrar los sacramentos y ya casi no encontramos mistagogos que nos hundan en Dios, sino funcionarios que exigen papeles. … Esta Iglesia que pone trabas a una fiesta de amor no puede ser la del Jesús que en Caná tomó el agua de la ley y de los ritos de las viejas tinajas y la convirtió en vino de gracia y se embriagó con los amantes y sus invitados.
La cosa es que Lourdes y Salustiano se quieren casar “por la Iglesia”. Da la impresión que lo que para ellos es amor para los despachos parroquiales y oficinas eclesiásticas es un mero trámite legal.
Se nos perdió pues la comunidad, si hubiera relación, interés por las personas y sus situaciones, cercanía a lo que viven los más pobres, estos líos no existirían. Esto que les pasa a Lourdes y Salustiano es síntoma de una Iglesia muy en las reglas, pero lejos de ser familia, de vivirse como encuentro… se nos perdió el misterio al celebrar los sacramentos y ya casi no encontramos mistagogos que nos hundan en Dios, sino funcionarios que exigen papeles. … Esta Iglesia que pone trabas a una fiesta de amor no puede ser la del Jesús que en Caná tomó el agua de la ley y de los ritos de las viejas tinajas y la convirtió en vino de gracia y se embriagó con los amantes y sus invitados.
| Jairo Alberto Franco Uribe
Lourdes y Salustiano, son parte de Caminos de Esperanza, Madres de la Candelaria; hacen una pareja muy linda y llevan diez y siete años juntos; lo suyo, ella mucho mayor que él, fue amor a primera vista, duraron tres días de novios, y venciendo muchos obstáculos se quieren hoy más que la primera vez que se vieron. Esta guerra los ha aporreado, a ella le asesinaron un hijo y tiene otro desaparecido, a él lo hicieron salir de su tierra; los dos viven en las laderas de la ciudad, a su casa se llega por callejuelas estrechas y empinadas, no sube hasta allá el transporte público, ella lucha con el cáncer y él, aunque también enfermo, la cuida y se esmera por ella. El día que fui a visitarlos a su casa, encontré a Salustiano de botas y en una minga de la acción comunal; allá en las periferias se siente la solidaridad, allá donde no se tiene la vida por supuesto, todos viven en el día a día y se ocupan los unos de los otros.
La cosa es que Lourdes y Salustiano se quieren casar “por la Iglesia”, yo no dudo de que “por Dios” ya lo están; cuando se me acercaron y me expresaron sus deseos, les pregunté que para cuándo querían la boda y la respuesta inmediata, sin pensarla dos veces, fue “para mañana es tarde, padrecito”. Es sobre este deseo de celebrar su matrimonio que quiero hacer mi reflexión. Da la impresión que lo que para ellos es amor para los despachos parroquiales y oficinas eclesiásticas es un mero trámite legal.
Ya lo han intentado y nada que pueden celebrar su amor. Varias veces han mandado por las partidas de bautismo a sus respectivas parroquias en que recibieron el sacramento, fuera de la ciudad, y dado que estas tienen que ser recientes, pues por la enfermedad de ella, en repetidas ocasiones hospitalizada, se les vencen y al terminar los tratamientos ya están caducas y les dicen que tienen que ir por otras nuevas. Cada ida representa gastos de tiquetes y pagos en los despachos y ellos cuentan con recursos escasos y con el día a día. Después, cuando llegan con las partidas les dicen que es necesario autenticarlas en la curia de la diócesis donde están esos despachos y ellos ni saben qué es una curia y qué es una diócesis… y se desaniman de la burocracia que trata su amor como negocio…
Quisieron volver hace poco a su parroquia para hacer otro intento de casarse y se encontraron con una secretaria que, ocupada seguro en papeles, lo que hizo fue darles un “link de internet” en el que podían encontrar los requisitos para casarse. Cuando fui a verlos, Lourdes y Salustiano me preguntaron qué que era un link de internet, que ellos no sabían de esas cosas. Así pues, hay quienes piensan y están convencidos que el amor es un trámite, que el sacramento es burocracia, que la gracia se resuelve en documentos, y que para hacer bien las cosas, ajustadas siempre a las normas canónicas, aunque sueltas de toda humanidad, haya que poner a los pobres a voltear de aquí para allá, como a Jesús, “de Herodes a Pilatos”… en despachos para encontrar las partidas, en curias de pueblos lejanos para autenticar las mismas con sellos y estampillas, o en la selva de la internet en la que estos no se orientan… creo que ha esto se refiere el papa Francisco cuando habla de la Iglesia aduana.
Se nos perdió pues la comunidad, si hubiera relación, interés por las personas y sus situaciones, cercanía a lo que viven los más pobres, estos líos no existirían. Esto que les pasa a Lourdes y Salustiano es síntoma de una Iglesia muy en las reglas, pero lejos de ser familia, de vivirse como encuentro… se nos perdió el misterio al celebrar los sacramentos y ya casi no encontramos mistagogos que nos hundan en Dios, sino funcionarios que exigen papeles. Qué bueno que a Lourdes y Salustiano, más que pedirles partidas recientes, les ayudáramos a percibir la belleza del bautismo que un día recibieron; qué bueno que, más que mandarlos a sus parroquias y diócesis de origen por papeles, los acogiéramos en la comunidad parroquial del barrio y nos ocupáramos del sufrimiento que ha significado el asesinato y desaparición de los suyos, de su lucha con el cáncer y las enfermedades que los acosan… Esta Iglesia que pone trabas a una fiesta de amor no puede ser la del Jesús que en Caná tomó el agua de la ley y de los ritos de las viejas tinajas y la convirtió en vino de gracia y se embriagó con los amantes y sus invitados.
Salustiano, que cuenta su historia con Lourdes y que con ella se muere de risa porque muchos al ver la diferencia de edades entre ellos les han dicho que es una “pareja muy desparejada”, dice que el “amor es para los locos”; una buena dosis de esta locura de amor nos falta en la Iglesia. Tal vez esto era lo que quería decir Benedicto XVI cuando sugería que necesitábamos menos organización y más Espíritu Santo.