La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas (22,14 – 23,56) nos muestra un relato profundamente humano y divino a la vez. A diferencia de los otros evangelistas, Lucas enfatiza la misericordia de Jesús incluso en medio de su sufrimiento: su compasión por Pedro tras la negación, su mirada de amor a los que lo condenan, y su perdón desde la cruz.
Hoy, en un mundo lleno de división, violencia y egoísmo, este relato nos interpela de manera especial. Jesús, aun siendo inocente, es traicionado, negado, maltratado y crucificado, pero nunca deja de amar. Su oración por sus verdugos—“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”—nos desafía a cuestionarnos: ¿cómo respondemos al mal? ¿Dejamos que el rencor nos consuma, o seguimos el ejemplo de Cristo en el perdón y la entrega?
También resalta la importancia de la conversión. Mientras un ladrón en la cruz se burla, el otro reconoce su culpa y clama: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Y la respuesta de Jesús es inmediata: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Este pasaje nos recuerda que nunca es tarde para volver a Dios, que su misericordia está siempre disponible para el corazón arrepentido.
En esta Semana Santa, podemos preguntarnos: ¿En qué lugar me encuentro en la Pasión? ¿Soy como Pedro, que a veces niega a Jesús por miedo? ¿Como Pilato, que cede ante la presión del mundo? ¿O como el buen ladrón, que en su sufrimiento reconoce su necesidad de salvación?
La cruz de Cristo no es el final, sino el inicio de una nueva esperanza. Si abrazamos su amor y su sacrificio, también resucitaremos con Él.