Perpetuo baile de disfraces
Llevo varios días saliendo muy poco de casa, debido a las atenciones que debí prestar a un visitante inoportuno de origen indoeuropeo, un tal Herpes Zóster, conocido, según dicen, por un cincuenta por ciento de la población; pero hasta hace poco yo formaba parte del otro cincuenta. ¡Qué sinvergüenza el elemento este! Llegó de noche. Se metió conmigo en cama, aprovechando que tenía bajas las defensas y me dejó como señal una “culebrilla” en todo el lado en el que se situó, el izquierdo, a la altura de la cintura.
Venir a contar esto en Religión Digital es una desfachatez, y una vulgaridad, ya lo sé. ¡Ya lo sé! Pero también es una forma de justificar por qué llevo días sin casi salir, lo que a su vez justifica que no esté seguro de si ya desaparecieron de los escaparates los juguetes y disfraces de reyes, pajes y demás parafernalia de las cabalgatas de reyes, o sus sucedáneos.
Los que todavía no desaparecieron fueron algunos belenes como el milagroso de Begonte, de Lugo, de Galicia que permanecerá abierto hasta final de mes. Este Belén está próximo a cumplir los cincuenta años de vida. De vida, si, porque Vareliña dotó a cada figura de un alma hecha a su medida que le da vida perenne incluso después de él, que ya se fue a hacer belenes en el cielo.
Está reconocido oficialmente por la Xunta de Galicia como de interés turístico, entre otras razones porque lleva cerca de 50 años acercando a una pequeña villa rural un promedio anual de 40.000 personas. Y reconocido extraoficialmente como: 1º de interés identitario para la villa y concello de Begonte. 2º de interés catequético para educadores en la fe cristiana. 3º de interés etnográfico para quienes buscan o se resisten a perder raíces, 4º como generador de otras manifestaciones culturales para los que participan en sus certámenes de periodismo, poesía y pintura 5º….. Y 6º de interés de autobombo y resentimiento para sesudos intelectuales, que lamentan año tras año la gran pérdida que supuso para la comunidad científica y para la humanidad en general la suplantación de las Saturnales Romanas, en las que los pocos que podían bailar, si no estaban borrachos, tenían que hacerlo al son que marcaba el divino emperador, por la celebración del nacimiento de un niño que diría esto poco más o menos: Dios, vuestro Padre y mi Padre, quiere que seáis libres y que cada uno lleve su ritmo, porque no todos recibisteis las mismas aptitudes ni actitudes. Ahora, eso sí, sobre todo que podáis bailar todos unidos y cogidos de la mano como hermanos.
Supongo, digo, que se vaciaron los escaparates de esas cosas propias de las navidades, para dejar paso a la intensificación de rebajas, saldos y liquidaciones que permiten disfrazarse de ropa de marca y al mismo tiempo seguir cenando a base de pinchos con abrigo de semivisón, degustando eventos culturales.
Y ya se abren paso con fuerza los propiamente dichos disfraces del dios del transformismo, el universal Carnaval.
Luego, vendrán las competitivas semanas santas con los eventuales disfraces, en algunos casos, de blasfemos por cofrades, de interés turístico y gastronómico. En otros casos también se celebra la Semana Santa de verdad, sin disfraces, pero también sin interés turístico para japoneses o para creyentes practicantes.
Y así, poquito a poco, y como quién no quiere la cosa, vamos sublimando crisis y privaciones para perdernos en ferias y fiestas medievales, que proliferan en primavera como setas en otoño, para dar oportunidad al pueblo bajo de disfrazarse de noble y a los nobles de plebeyos del Medioevo, y de comprobar con añoranza cuanto perdimos los ciudadanos del siglo XXI en atención sanitaria, bienestar social, educación y libertades en general, siempre por culpa del santo oficio y del oscurantismo clerical de la conferencia episcopal.
Para que la cosa no decaiga, por estos pagos gallegos siguen desembarcos de vikingos con cuernos reales los más calcificados, y de plástico los otros, para disimular. Y por otros pagos habrá, me imagino, desembarcos de bretones, normandos, fenicios, cartagineses, iberos y celtíberos, españoles, portugueses. Lo que decaen son las guerras entre moros y cristianos, porque entre las muchas guerras, todas muy reales, ya destaca la tercera universal de yihadistas fundamentalísimamente unidos contra todos los demás democráticamente divididos.
En fin, que acertando en la elección, esta vida es una gozada; porque vivimos en perpetuo baile de disfraces en casi todos los ámbitos y eso sin contar perpetuas campañas electorales. Y como yo no tengo claras muchas cosas, pido ayuda y la agradezco, de momento sólo en dos ámbitos concretos, uno religioso y el otro político:
¿No tendrán mucho de disfraz tantos colorines para diferenciar dignidades que contemplan, parsimoniosas, la belleza de la piedra y los exvotos, entre los que por el bautismo tenemos la misma dignidad? Así los pastores nunca pueden oler a oveja porque asustan al rebaño y no se pueden acercar. ¿A ver si vamos a tener suerte los daltónicos?
¿Será posible, por poner un ejemplo cogido al azar de los nuevos tiempos de cambio y modernidad, que algún hijo de la no casta, o sea de la otra, se disfrace, de hijo de la casta, cobrando pingües cantidades por decir que los otros no hacen nada desde dentro, revendiendo pisos de protección oficial o reivindicando libertades religiosas en opresivas capillas universitarias, libres de constringentes sujetadores que oprimen al interior y engañan al exterior? ¿Acaso esa estampa no es la de la venta de un cuerpo de mujer como objeto y reclamo publicitario? ¿Dónde están las feministas?
Y el caso es que yo no puedo estar en contra del disfraz, porque creo que puede substituir al humor en la frase del genial Winston Churchill: “La imaginación nos consuela de aquello que no podemos ser. El humor nos consuela de lo que somos”. Léase disfraz donde dice humor.
¡Ah!... Y por cierto, también tengo varios disfraces y ya sé cuál es mi preferido, pero ni con él podré engañar como Jacob al padre viejo, porque Este no es ciego, aunque espero que haga la vista un poco gorda cuando me presente desnudito ante Él
Para los que deseen leerlo en Gallego:
Levo varios días saíndo moi pouco de casa, debido ás atencións que tiven que prestar a un visitante inoportuno de orixe indoeuropeo, un tal Herpes Zóster, coñecido, segundo din, por un cincuenta por cento da poboación; pero ata hai pouco eu formaba parte do outro cincuenta. Que lercho o elemento este! Chegou de noite. Meteuse comigo en cama, aproveitando que eu tiña baixas as defensas e deixoume como recordo unha “culebrilla” en todo o lado esquerdo da cintura.
Vir contar isto en Religión Digital é unha desfachatez, e unha vulgaridade, xa o sei. Xa o sei! Pero tamén é unha forma de xustificar por que levo días sen case saír, o que á súa vez xustifica que non estea seguro de si xa desapareceron dos escaparates os xoguetes e disfraces de reis, paxes e demais parafernalia das cabalgatas ou dos seus sucedáneos.
Os que aínda non desapareceron foron algúns beléns como o milagroso de Begonte, de Lugo, de Galicia que permanecerá aberto ata finais de mes.
Este Belén está próximo a cumprir os cincuenta anos de vida. De vida, si, porque Vareliña dotou a cada figura dunha alma feita á súa medida que lle dá vida perenne incluso despois del, que xa se foi facer beléns ó ceo.
Está recoñecido oficialmente pola Xunta de Galicia como de interese turístico, entre outras razóns porque leva preto de 50 anos achegando a unha pequena vila rural un promedio anual de 40.000 persoas. E recoñecido extraoficialmente como: 1º de interese identitario prá vila e concello de Begonte. 2º de interese catequético pra transmisores da fe cristiá. 3º de interese etnográfico pra os que buscan as raíces ou se resisten a perdelas. 4º como xerador de outras manifestacións culturais pra os que participan nos distintos certames, -periodismo, poesía e pintura-, que xiran arredor del. 5º….. E 6º de interese de autobombo e resentimento pra sisudos intelectuais, que se laian da gran perda que supuxo prá comunidade científica e prá humanidade en xeral a suplantación das celebracións das Saturnais Romanas, nas que os poucos que podían bailar, se non estaban bébedos, tiñan que facelo ao son que marcaba o divino emperador, pola celebración do nacemento dun neno que diría isto pouco máis ou menos: Deus, o voso Pai e o meu Pai, quere que sexades libres e que cada un leve o seu ritmo, porque non a todos vos foron dadas as mesmas aptitudes nin actitudes. Agora, iso si, sobre todo que poidades bailar todos unidos e colleitos da man coma irmáns.
Supoño, digo, que se baleiraron os escaparates desas cousas propias dos nadais, pra deixar paso á intensificación de rebaixas, saldos e liquidacións que permiten disfrazarse de roupa de marca e ao mesmo tempo seguir ceando a base de pinchos con abrigo de semivisón, degustando eventos culturais.
E xa se abren paso con forza os propiamente ditos disfraces do deus do transformismo, o universal Carnaval.
Logo, virán as competitivas semanas santas cos eventuais disfraces, nalgúns casos, de blasfemos por cofrades de interese turístico e gastronómico. Noutros casos tamén se celebra a Semana Santa de verdade, sen disfraces, pero tamén sen interese turístico pra xaponeses ou pra creentes practicantes.
E así, paseniñamente, e coma quen non quere a cousa, imos sublimando crises e privacións pra perdernos en feiras e festas medievais, que proliferan na primavera coma setas no outono, pra dar oportunidade ao pobo baixo de disfrazarse de nobre e aos nobres de plebeos do Medievo, e de comprobar con saudade canto perdemos os cidadáns do século XXI en atención sanitaria, benestar social, educación e liberdades en xeral, sempre por culpa do santo oficio e do escurantismo clerical da conferencia episcopal.
Pra que a cousa non decaia, por estes pagos galegos seguen desembarcos de viquingos con cornos reais os máis calcificados, e de plástico os outros, pra disimular. E por outros pagos haberá, imaxínome, desembarcos de bretóns, normandos, fenicios, cartaxineses, iberos e celtiberos, españois, portugueses. O que decaen son as guerras entre mouros e cristiáns, porque entre as moitas guerras, todas moi reais, xa destaca a terceira universal de yihadistas fanaticamente unidos contra todos os demais democraticamente divididos.
En fin, que si acertamos na elección de antifaz esta vida pode ser unha gozada; porque vivimos en perpetuo baile de disfraces en case todos os ámbitos e iso sen contar as perpetuas campañas electorais. Como non teño claras moitas cousas, pido axuda e agradezo luz, de momento só en dous ámbitos concretos, un relixioso e o outro político.
Non terán moito de disfraz tantos coloríns pra diferenciar dignidades que contemplan, parsimoniosas e solemnes, a beleza da pedra e os exvotos, entre os que polo bautismo temos a mesma dignidade? Así os pastores nunca poden cheirar a ovella, porque asustan ao rabaño e non se poden achegar. A ver se imos ter sorte os daltónicos?
Será posible, por poñer un sinxelo exemplo colleito ao azar dos novos tempos de cambio e modernidade, que algún fillo da non casta, ou sexa da outra, se disfrace, imaxínome que pra infiltrarse, de fillo da casta, cobrando pingües cantidades por dicir que os outros non fan nada desde dentro, revendendo pisos de protección oficial ou reivindicando liberdades relixiosas en opresivas capelas universitarias, libres de constrinxentes suxeitadores que oprimen ao interior e enganan ao exterior? Seica esa estampa non é a da venda dun corpo de muller como obxecto e reclamo publicitario?
E o caso é que non podo estar en contra do disfraz, porque creo que pode substituír ao humor na frase do xenial Winston Churchill: “A imaxinación consólanos daquilo que non podemos ser. O humor consólanos do que somos”. Léase disfraz onde di humor.
¡Ah!... E por certo, teño varios disfraces e xa sei cal é o meu preferido, pero nin con el poderei enganar coma Xacob ao pai vello, porque Este non é cego, aínda que espero que faga a vista un pouco gorda cando me presente desnudiño diante del.