Desfile costumbrista
Los del comité de fiestas envían oficios (acá todo se hace así) a las escuelas, los jardines, los colegios, las municipalidades y otras instituciones para que preparen las escenas que conformarán el desfile. Se trata de describir de manera plástica costumbres antiguas de nuestra provincia, con disfraces, pancartas, narraciones y escenificaciones caseras pero desternillantes. Me encanta porque es una expresión popular del amor a esta cultura y a esta tierra.
Los niños del jardín dan mucho juego, como en España. Comienzan con la proseción con sus santitos, la banda y su sacerdote, todo en miniatura, jeje. Claro que después sigue el matrimonio con "el párroco de la provincia" (el del micro lo repite mil veces), los padrinos, los novios y los invitados bailando huaynos. Mientras lo veo se me ocurre que pronto las bodas se van a convertir en una rareza folclórica y los curas en una curiosidad etnográfica, si es que no lo somos ya.
La plaza está a full, sale el sol y abrasa, al rato llueve y nos mojamos... el clima de Huayabamba es así, loquito. Se suceden escenas tradicionales del imaginario mendocino: el corte de pelo de un niño al bautizarse o después de una grave trastada; la minga, que era un sistema de ayuda mutua en la cosecha del café por turnos entre los vecinos, una forma de solidaridad comunal imprescindible para la supervivencia; el duelo por un bebé muerto sin bautismo que consistía en quemar los cabellos de las mujeres; el arado con bueyes; el trapiche tradicional para la molienda de la caña de azúcar y la obtención del guarapo y la panela, etc. Es una gozada aprender viendo, escuchando y riendo, estoy como una esponja que quiere absorber todito.
Me como un bodoque, un polo de lúcuma hecho en casa en un vaso de plástico con un palo dentro (sí mamá, ya sé...), mientras actúan la municipalidad de Mariscal, la de Longar, el colegio San Nicolás, el Toribio... Trajes antiguos, música, mucho ruido, yanques... Los de la muni provincial me piden prestada una tijera para escenificar el corte de pelo a una chica pishpirilla, jaja. Llega Doily, que quiere que la marque, y la verdad es que todos nos lo pasamos pipa con el teatrito de Agapita, el gerente y la secretaria.
Son momentos de estos días de fiesta que me hacen sentirme parte de este pueblo, menudo y humilde, pero grande en humanidad y solera. Es una cultura rica, alegre, que se aprecia a sí misma, y por eso se trasmite a través de demostraciones como ésta, que hace pasar los valores en un ambiente entre divertido y solemne, típicamente huayacho.
César L. Caro