Nuevo grupo de acompañamiento a los jóvenes universitarios procedentes de los pueblos de nuestros puestos de misión (Vicariato Apostólico de San José del Amazonas - Perú) Genialidad de los jóvenes y el Espíritu
Los jóvenes de nuestros puestos de misión que se marchan a Iquitos a estudiar sufren. Pasan de una vida abierta, libre, rural, afectivamente segura y completa a la gran ciudad, anónima, enorme y peligrosa. De pronto se quedan solos y pierden todas sus referencias. En la facultad encuentran dificultades para hacer amigos; y tampoco tienen ya un ámbito donde vivir la fe.
Esta iniciativa, ideada y hecha por ellos, quiere responder a esa necesidad. No sé por dónde discurrirá esta nueva peripecia. Pero estoy seguro de que proviene de la originalidad y el dinamismo de Dios+los jóvenes, me dejo llevar y me dispongo a disfrutar de cuanto de bueno nos depara, y a aprender lo que en este momento me hace falta.
2023 comienza con algo nuevo-nuevo, ilusionante y genial, ese tipo de ideas que solo pueden surgir de la creatividad luminosa del Espíritu derramada sobre unas neuronas jóvenes y capaces de soñar. Qué gozada y qué suerte pasar por ahí y poder echar una mano.
Fue durante la visita a Yanashi con motivo de la Confirmación. Se estaban confesando los confirmandos y los padrinos, cuando se acerca una madrina a la que yo conocía:
- ¡Cecily! ¡A los tiempos! – la saludé.
- Buenas tardes padre…
- ¿Cómo estás?
Y me contó su experiencia de estudiante universitaria en Iquitos. Cómo el inicio de su carrera coincidió con la cuarentena y la pandemia, los meses encerrada en un cuarto alquilado, solita con su pantalla, los contactos humanos únicamente virtuales… “Lo pasé fatal”. Y de hecho, rebobinando y trayendo a la memoria la chica que yo conocí seis años atrás, en el encuentro nacional de la JEC, algo no me cuadraba: esta Ceci, que entonces era indiscutible líder de su grupo con 14 años, está como apagada.
Al día siguiente por la mañana el Espíritu repartió sus dones, con sigilo y efectividad. En la tarde Cecily y yo quedamos y conversamos acerca de la situación de los jóvenes de nuestros puestos de misión que se marchan a la gran ciudad a estudiar. Los años de su adolescencia en sus comunidades son una experiencia hermosa: con su familia, sus amigos, el colegio, la parroquia, el deporte… Una vida abierta, libre, rural, afectivamente segura y completa, que se desmorona apenas emprenden la aventura universitaria.
De pronto en Iquitosse quedan solos y pierden todas sus referencias. Su entorno habitual, donde todos se conocen, es reemplazado por el anonimato de una ciudad enorme y peligrosa. En la facultad encuentran dificultades para hacer amigos; habitan en cuartos de quintas, con vecinos desconocidos; aparte de para las clases, apenas salen, por miedo (sobre todo las chicas) o por falta de presupuesto, ya que movilizarse en Iquitos implicar tomar motocarro y por tanto plata. Y tampoco tienen ya un ámbito donde vivir la fe.
¿Y si armamos en Iquitos un grupo de los jóvenes estudiantes de nuestros pueblos del Vicariato? ¡BACÁN! ¡EXCELENTE! Lo que nació en aquella conversa en Yanashi fue tomando forma las semanas siguientes. Cecily vino a Punchana, se lo contamos a Griselda, misionera en Tamshiyacu, fuimos precisando la idea, escribimos, llamamos a Nayelly Briana, que es de Islandia y estudia Derecho; Nayelly y Ceci se hicieron socias, comenzaron a contactar a algunos amigos, siempre antiguos de la pastoral juvenil, la catequesis, la parroquia.
Fijamos la primera fecha: sábado 7 de enero a las 9 de la mañana. Craneamos juntos en qué iba a consistir el encuentro para invitar con contenido. Las hermanas de Pevas y San Pablo llamaron a más gente, pasamos la voz a jóvenes de Indiana, Orellana y otros lugares… y llegó el día. No sabíamos qué podría pasar, si habría respuesta, la maloka estaba preparada y adornada, los materiales listos…
En total participaron 14 jóvenes, todas chicas menos Sander. Comenzó el asunto un tanto frío, pero la música y los bailes pronto nos animaron. Presentaciones, risas, dinámicas, y ante todo mucho agradecimiento y mucha expectativa por estar juntos. El núcleo de esta reunión era, a partir de lo que cada cual vive, plantear qué podríamos armar. Hubo grupos pequeños para facilitar el diálogo en torno a tres cuestiones: ¿qué necesitamos? ¿qué vamos a hacer? ¿cómo lo vamos a hacer?
El plenario puso sobre la mesa la necesidad de amistad verdadera, de acompañamiento; un lugar donde compartir la fe y retomar los valores en los que se formaron; de diversión sana, escucha y acogida. “¡Creamos un grupo!” Se concretó algo del contenido (oración, deporte, solidaridad…) y hasta se fueron decantando las coordenadas de día y hora. Nos comunicaremos por un grupo de whatsapp y las socias quedaron encargadas de la coordinación por el momento. Y con una certeza: de este espacio los jóvenes serán los absolutos protagonistas.
No sé cómo va a continuar, si volverán, qué será de esto (ya con el otro día ha merecido la pena); no tengo ni idea de cómo lo vamos a poder acompañar los misioneros que estuvimos (unas viven fuera de Iquitos y yo paro viajando); ignoro por dónde discurrirá esta nueva peripecia. Pero estoy seguro de que proviene de la originalidad y el dinamismo de Dios+los jóvenes, me dejo llevar y me dispongo a disfrutar de cuanto de bueno nos depara, y a aprender lo que en este momento me hace falta.