Gira navideña a full
7pm. La Perla. Aquí la Navidad es su fiesta patronal, y aquí comienza mi periplo manejando en una tarde soleada. Al llegar ya están preparados los nueve niños que van a hacer la comunión, pero antes van a confesarse por primera vez. No hay trajes de Sissi Emperatriz ni de almirante... Todo es muy sencillo, los chivolos comulgan el pan mojado en vino y algunos arrugan la nariz.
9 pm. Limabamba. Al llegar, la iglesia está tomada por las pastoritas, con todo y banda. La tía Merche canta una estrofa que lee en un cuaderno, y a continuación suena el estribillo, y así se va intercalando, como es la tradición. A las 9:30 comienza la misa de Nochebuena, hay hartísima gente. Al terminar nadie se mueve porque llegan el chocolate y el panetón.
Más tarde, la cena con las hermanas pasionistas, que se esmeran: pavo, chicharrón de chancho... y hasta champán. Vamos tomando en vasos pequeños y atacando el panetón antes de que se lo coma Norma, mientras bromeamos y reímos. Flota en el ambiente que todos estamos lejos de nuestra familia, y yo el que más, pero tratamos de acompañarnos para que la ausencia no nos erosione demasiado el corazón.
Viernes 25 de diciembre
10 am. Chirimoto. Está emplazado en el fondo del valle del Shocol: pequeño, pizpireto y rodeado por el agua en esta época del año. La vista desde la cornisa del cerro que baja de Chontapampa es espectacular: gigantescas paredes de piedra revestidas de verde, flanqueadas por nubes nítidas que se arraciman como demorándose en su abrazo a la montaña. Se respira serenidad y la belleza de este paraje te impregna hasta los tuétanos. Durante la misa cae un lluvión que golpea furiosamente la calamina, de manera que el ruido ensordecedor se adueña de la capilla y hay que hacer una pausa; cada cual conversa con el que tiene al lado, yo incluido. En el pueblo hay tan pocos niños que no han podido armarse las pastoritas.
12 am. Milpuc. Hemos puesto la misa a la hora del almuerzo y viene poca gente, a pesar de que Juan casi revienta la campana tocando la llamada. El soniquete de las luces del pesebre de la capilla se me mete en la oreja y casi me aloca, hasta que lo apago. Acá siempre intentan invitarme a almorzar y nunca puedo, y hoy tampoco; pero no me voy de vacío: llevo una bolsa con choclos y en la retina al Buen Pastor.
Almuerzo en Totora. Los novios de la boda de las 3 me han invitado, así que recojo a Nely al pasar y nos plantamos en la casa. Hay una mesa donde se va al amorzando por turno, los que terminan van dejando el sitio a los que van llegando. Son las 2:30 cuando me he jincado el caldo de gallina y llevado el segundo plato en un descartable; la novia está vistiéndose y asoma la cabeza para preguntar si los puedo llevar en el carro. "Ya pues". Y al rato así llegamos a la capilla: el novio en camisa, ella con todo y traje, sus dos hijos, Nely, los papás, varias hermanas y primas vestidas elegantonas montadas en la tolva, y más niños... No hay coche nupcial pituco, hay camioneta del padre con más de 5 personas dentro.
3 pm. La Perla. Es una mega-celebración: el matrimonio, seis bautismos y procesión con la Sagrada Familia, toma ya. Los novios se cogen de las manos y se dan el "sí quiero", que han aprendido de memoria; luego suben conmigo al altar para el resto de la misa y los flashes casi nos dejan cieguitos. Cuando todo termina nos sirven a toditos un bocadito con dulce, que pa eso estamos de fiesta.
7 pm. Omia. Hay que remontar el cerro hasta la fila y bajar mucho, hasta el mismo río. A estas alturas del día ya me pesa el cansancio, pero hay que hacer un esfuerzo porque también en la catedral hay bautismos, y esta gente se lo merece. La iluminación sigue siendo algo pálida para una iglesia tan grandaza, pero sí hay megafonía y eso me ayuda porque mi voz está ya algo cascadilla. La madrina de Anahí me ha invitado a la cena, y en ella cae otra carne de res y varios brindis. Estoy a gusto y lo paso chévere, pero ya a esta hora tengo puesto el piloto automático, jeje.
Son casi las 12 cuando llego a casa. Ha sido un día de Navidad llenísimo, extenuante y precioso. No ha habido ningún problema a pesar de los kilómetros y creo que todo el mundo se ha quedado contento. Pienso en lo fácil que resulta agradar a la gente, hacer que se rían, que estén relajados y se vayan felices de la iglesia. Eso es lenguaje de Dios, que llega hasta nosotros en esa manera campechana y simple, sin mucha solemnidad... Sonrío en mi habitación acordándome de Manolo Cintas, que habría hecho el recorrido de hoy conduciendo vestido de alba y estola, jaja... pero, como estoy llapchao, antes de que mi cabeza llegue a la almohada me quedo frito.
César L. Caro