Tremendo mes de junio
Reviso el calendario y veo que en junio he estado un total de diecisiete días fuera de casa. He visitado las dos montañas, y dentro de ellas, lugares de los más alejados: Nuevo Chacha, El Paujil... Y además Perlamayo y Porvenir para no perder la forma. He caminado durísimo y mi cuerpo nota el desgaste. Debe de ser como el Tour de Francia, cuando los ciclistas llevan ya dos semanas rodando y el cansancio acumulado les consume las fuerzas.
Además está el estrevejí (palabra valenciana) de ir de un sitio para otro, dormir cada día en un lugar (en un cuarto solo, en una casa de muesca con una abuela y su nieto, con Johny los dos en un colchón infantil con las patas fuera, en una botica...), comer arroz con pollo para desayunar, almorzar y cenar (se me pone cara de chino y me salen plumas), beber las aguas que pilles, ir al baño en medio de la selva, ducharte en la oscuridad de la noche y luchar contra la fauna de cucas y zancudos que hay por esos mundos. Una itinerancia que tiene su gracia pero que te saca el ancho ricamente.
En tantos días desaparecen un par de kilos y ocurren muchas anécdotas chistosas. En Nuevo Chachapoyas me fui a dormir la siesta en una casa, y cuando desperté resulta que me habían cerrado con candado y no podía salir. Me di cuenta entonces de que estaba en una bodega (una tiendita donde hay de todo) y pensé: "Bueno, al menos no pasaré hambre, si nadie llega me jinco toditas las galletas que veo acá". Jeje.
En Luz del Oriente no hallamos a nadie con quienes teníamos cita. Fuimos a casa de Anita y ¡la casa no estaba! En estos sitios todo puede cambiar de un momento a otro. Pero había una reunión de padres de la escuelita y ahí nos colamos. Al final de la conversa me permiten decir unas palabras y yo invito a todos a la reunión y a la Eucaristía que tendremos a partir de las 8 de la noche. Ninguno de los asistentes vino más tarde, acudieron personas que no habíamos visto por la tarde. ¿Quién lo entiende?
San Antonio estaba de fiesta patronal. Bendije la nueva capilla con todo y santito, y tras la misa comenzó la procesión. Hay un momento en que veo que las andas del santo entran en una casa. "¿Pues? - pregunto. ¿Pasa algo?". "Nada padrecito, el santo ya se queda acá, porque la iglesita no cierra bien y puede pasar algo". Pues nada, allí mismo me quité los trapos y pasamos a otra cosa. Con naturalidad, como todo por acá.
Había otra reunión de padres en Zarumilla, pueblo grande, esta vez en el colegio de secundaria, y allí me encajé de nuevo. Convocan para entregar a los padres las libretas de calificaciones y aprovechan para dar una charla. Esta vez una profe de Mendoza habló durante una hora de las relaciones familiares, y me resultó interesantísimo ver cómo se expresaba y los temas que tocó (celos, malos tratos, alcoholismo, inestabilidad, machismo...). La desestructuración de la familia es uno de los grandes problemas de este país.
Al llegar a Milpuc me esperan los agentes de pastoral en la plaza; yo pensando que vamos a ir a visitar enfermos y me llevan a la cancha a ver el Milpuc-Achamal, partidazo de rivalidad comarcal. Jaja. Y en Nuevo Porvenir faltó a la misa la mitad de la gente porque una vaca había caído en un hoyo y eso implicó a varias familias: había que trocearla para poder sacarla. He participado también en un simulacro de sismo, con todo y operativo de atención a los heridos.
Pasar tiempo en los pueblos te permite mezclarte con la gente como uno más, que se apiaden de ti recogiéndote en el carro o te inviten a leche recién ordeñada; puedes dar un paseo, aprender cómo se cosechan las piñas o ver el partido de España si alguien tiene cable. Eso sí, a mí no me dieron las notas trimestrales de mis hijos por más que me puse en la cola. Chau.
César L. Caro