Visita de animación y acompañamiento a Indiana, mi antigua misión Ver volar a los hijos
Por primera vez en mi vida regreso a una ex-parroquia no de paso o anecdóticamente, sino para involucrarme y participar en la misión de otra manera. Es un gusto comprobar cómo procesos que se iniciaron cuando yo estaba no se han estancado, sino que surcan y mejoran. Con su ritmo y estilo propio, que no es necesariamente el que yo habría elegido, pero caminan.
Toca bajar a Indiana y recibo dos whatsapps de un par de chistositas: “Oh! Su antiguo amor 🥰” y “Cuidado con la nostalgia”. Durante los días de la visita me doy cuenta de que es la primera vez en mi vida que regreso a una ex-parroquia no de paso o anecdóticamente, sino para involucrarme y participar en la misión de otra manera.
Interesante. Tras los otros traslados, intentaba no estorbar al nuevo sacerdote; podía pasar por mi antiguo pueblo, a un entierro o a ver a los amigos, pero siempre les pedía que no conversáramos acerca de la parroquia. No quería saber cambios, asuntos comenzados y no acabados, rumbos diferentes. Era mejor, más sano, y me ayudaba a desasirme y sentirme más libre. Ahora con Indiana es casi lo contrario.
Es una visita de animación, igual que en otros muchos puestos de misión del Vicariato. Como vicario general se trata de acompañar a los misioneros y a la comunidad, escuchar, tomar el pulso a la misión, respaldarla, hacer sentir que formamos todos parte de la misma Iglesia. Es una visita “ecológica”, cuya inspiración es el cuidado, la cercanía, el respeto. Por tanto, necesito conocer, que me cuenten cómo están, qué proyectan, qué dificultades sufren, qué alegrías comparten.
En Indiana, y también en Islandia, los lugares donde he trabajado, atesoro la ventaja de todo lo antes compartido: nos conocemos bien y nos queremos. Es un gusto comprobar cómo procesos que se iniciaron cuando yo estaba no se han estancado, sino que surcan y mejoran. Con su ritmo y estilo propio, que no es necesariamente el que yo habría elegido, pero caminan.
Especialmente gratificante fue el encuentro con el grupo de Pastoral Juvenil, algo que iniciamos de cero en plena pandemia, y que brindó al equipo misionero momentos muy hermosos. Pues ahí siguen los jóvenes, trabajando con la metodología de la revisión de vida (V-J-A) en los temas que habíamos ya previsto (la identidad cultural), y tomando en serio su protagonismo: han confeccionado y realizado sus encuestas, y ya están craneando acciones significativas enfocadas a transformar la realidad.
Todo eso me lo explicaron, y además me regalaron un polo del grupo con un cariño sólido, intenso… La experiencia con los jóvenes de la parroquia de Indiana continúa para mí de otro modo, no menos agradable. Supongo que será lo más parecido a lo que sienten los padres cuando los hijos “vuelan” y toca ahora respetarlos y ayudarlos en la distancia, pero con el amor intacto; aunque en este caso soy yo el que se ha marchado…
El programa de la visita resultó muy completo. Un rubro importante es el colegio: saludo a los alumnos, sesión con los maestros, fiesta de aniversario, entrevistas con la directora, las profesoras de Religión, los coordinadores ODEC. Las conversaciones individuales con los misioneros y otras personas constituyen otro capítulo crucial y ahí dedico tiempo y mi mejor atención. ¿Cómo van a tomar los responsables buenas decisiones si no reciben un feed-back claro y abierto?
El coro parroquial (que pide apoyo para comprar zampoñas y flautas), los catequistas, los trabajadores de la misión y centro de rehabilitación, la junta directiva de la APAFA… una catarata de vida que estos días me ha empapado, y me encantado. Mención aparte merece el Consejo de Pastoral, un organismo que nació conmigo y que también persevera: don Líder, Magaly, Javier, Leo, Dorita, Zulma y Manuel… Qué reconfortante ver cómo la navegación continúa.
Queda mucho por hacer, por supuesto. Uno está un tiempito, aporta lo que puede y pasa el testigo. La semilla de Diosito crece sin que sepamos cómo, y muchas veces a pesar de nosotros. Pero el vínculo siempre permanece. Esta foto con la comunidad parroquial al final de la Eucaristía del domingo habla por sí sola… Hubo hasta un vaso de chicha ¡y galletas! Qué más podría pedir… Orgulloso de ser expárroco de Indiana y feliz al contemplar su vuelo.