El gran viaje
En la profundidad de la madrugada, envuelto por mis libros que hacen de balizas, agradezco cada uno de los capítulos de mis 44 años. Todo lo doy por bueno, todo me ha traído hasta este momento intenso pero abarrotado de serenidad.
Me siento triste porque no hay paliativos para el desgarrón, pero con la estrella de la frente iluminada de promesa. El futuro es siempre tiempo de Dios, que es historia y propuesta, y que en Perú me espera con rostro nuevo y acento original.
"Ya verás, todo te va a ir muy bien", cantan los whatsapps. ¿Qué es "tener éxito"? No lo tengo muy claro, pero me figuro que eso querrá decir "ser lo que Dios quiere que sea". O más bien, poder amar y ser amado... Sí, eso, mejor.
Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.
(Agustín García Calvo)
Así emprendo la jornada con seguridad y nunca solo, porque mi familia, mis amigos, las personas que quiero, vienen conmigo; como estas pulseras que me han hecho mis siete sobrinos, que son lo más precioso de mí.
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
(Miguel Hernández)
Hasta ahora mismo, nos vemos acá, en medio de las caídas y triunfos que pintan esto tan apasionante que es vivir. Gracias Señor, por tu alarde de generosidad conmigo. Sabes que tengo miedo, así que dame una buena ración de amor y de gracia, "que eso me basta" (EE 234).
César L. Caro