La lluvia y la niebla borran la raya del horizonte. La oscuridad impregna los objetos, las plantas, los árboles que están desde siempre en el patio rodeados de recuerdos vagos, inexplicables, como un desierto interior imperceptible que sólo pueden leer ojos de ciego. Los pájaros sobre los árboles desnudos son como espantos. Cuando un haz de rayos de sol abre una ventana a través de la negrura del arrabal de las nubes, se cuelga de los témpanos del Cebreiro y llega hasta nosotros, es como una esperanza que ilumina el porvenir que adelanta y reparte los caminos del futuro y despierta en las gentes palabras alborotadas que salen de las entrañas del frío. Todo está rodeado de una belleza nostálgica y de una severa tristeza.