En el desangelado atardecer de ayer, los pájaros, atentos a las antiguas voces, sospecharon que la helada dormitaba en los ojos de la luna y en la marcha de las estrellas en el cielo raso, y buscaron escondrijo en los huecos de los árboles y en los viejos pajares. La luna, violadora de secretos, está noche llena de viento que bramaba en el silencio como el estruendo de un derrumbe, alumbró a la helada, que buscó las huellas del agua y sembró los caminos de diamantes, pérfido engaño para los que salen al encuentro del alba. Por mañana, el sol ha llegado temprano a patinar en los estanques, patrias de hielo, y los pájaros han llegado buscando, para bañarse, los primeros rayos del sol en las ramas desnudas de los árboles.