Quieren engañar con pomposas frases al dulce ruiseñor que canta bajo la silenciosa luz matutina. Jóvenes, espantan todo lo misterioso de la mente para llevarnos a una apacible servidumbre, sin latín, sin filosofía, y llenan las mentes de penumbrosas imágenes y secreto aturdimiento. El Quijote tomó los odres de vino por hechiceros, pero los nuevos hechiceros, son odres de vio, quimeras que, bajo todo tipo de disfraces, tratan de ocultar sus intereses, pero un extraño impulso y un audaz ímpetu los dejan a la intemperie. Cuando llegan cambios que confiscan sus bosques encantados, unos se ponen a la sombra de árboles que cultivaron mientras pudieron, y otros actúan como leñadores en sus antiguos bosques. A pesar del temor que causan, una extraña apetencia infantil y una ancestral pasión atraen hacia los hechiceros como los restos de la antigüedad lleva a los museos. Con todo, el tiempo avanza en silencio y en atenta escucha.