Me da lo mismo que el dinero que no le pertenece lo gasten en borracheras, en un piso escriturado en nombre de la amante, en comprarse trajes, en mariguana, en banquetes, en pagar favores o comprar voluntades, en meterlo en la cuenta personal o en la de un familiar o en la de un amigo o en la de un testaferro o en la de un grupo. Lo grave es gastar, desviar o hacer un uso indebido del dinero de todos. ¿Por qué, para qué, el gobierno cambia a toda prisa la gravedad de ciertos actos? Esta claro que no está arreglando problemas, problemas políticos creados por políticos, sino dando gusto a los caprichos de unos grupos, caprichos que esconden y dan paso a otros caprichos. Ocurre lo mismo con los hijos a los que los padres no saben o no se atreven a orientar por miedo a la revancha de aquellos. Es cierto que hay padres a los que el futuro de los hijos les importa un rábano con tal de que de momento les dejen en paz.