En el confuso enredo de la estación se preguntó: ¿Qué busca aquel que parece perdido, aquella señora que se despide llorando, a dónde llevan a este niño que se iba sin dar un beso al abuelo, por qué aquel hombre no libera con palabras tiernas todo el cariño que guarda detrás de su valladar de marfil? Y pensó: Aquel muchacho allá en el rincón se regocija al ver partir el tren que le ha librado de decir lo que deseaba decir, pero no ha sido capaz de hacerlo para no ajar las más bellas palabras del mundo. Los que se quedan guardan en su corazón el luto de su tristeza para no amargar la partida a los que se van. El ambiente está nadando en una grande triste belleza atravesada de soledades con nombres que lleva el tren que la primera curva se ha tragado. Los que se han quedado entregaron el cabello al suave viento e intercambiaron palabras con la vecindad para desalojar los nervios y sacudir la tristeza y se fueron dispersando acuchillados por mil senderos que los devolvían a sus dónde y cuándo de su jardín de ayer y de mañana.