El ministro del ramo y las cabezas pensantes que la hayan elaborado la ley sobre los lobos deberían haber pastoreado unos rebaños de cabras o de ovejas, unas manadas de caballos o un hato de vacas en las montañas del Xurés, en las cumbres del Cebreiro, o en otra montaña cualquiera en la que haya lobos. Estoy aseguro que el responsable de la ley no ha visto jamás un lobo en carne viva trepando por los riscos graníticos del Cebreiro ni de otra alguna montaña. Guardando las debidas distancias, dictar una ley sobre el lobo sin haber pastoreado un rebajo en donde los hay es lo mismo que hacer una tesis doctoral sobre Kant sin saber alemán, o sin saber griego una sobre el Nuevo Testamento o sin saber hebreo, y otras lenguas semíticas, una sobre el Pentateuco. Solo le falta al tal ministro decir: 1) Estoy decididamente a favor del mantenimiento del mundo rural, 2) La ley protege a los pequeños agricultores y ganaderos y 3) Los habitantes del mundo rural odian al vendito animal porque no saben lo que es la naturaleza.