La Biblia está troceada en cuarentenas. La cuarentena de Moisés en el desierto sin comer ni beber; la de Elías, quien, reconfortado misteriosamente, mantuvo el ánimo de los israelitas en el desierto; el diluvio consistió en llover durante cuarenta días; Saúl reino cuarenta años, Israel anduvo por el desierto otros cuarenta, Jesús ayunó en el desierto e hizo oración durante cuarentas días para prepararse a su vida publica. Virgen subió al templo para purificarse cuarenta días después de haber dado a luz, Cristo subió al cielo cuarenta días después de su resurrección. El calendario litúrgico está, en parte, troceados en cuarentenas como el tiempo bíblico, semejante a las lunaciones. Aún en nuestros días, cuando un barco atraca en algún puerto con pasajeros afectados de una enfermedad no identificada, es sometido a una cuarentena antes de dejar desembarcar a sus pasajeros. La primera cuarentena del año litúrgico, un poco escasa, es la del Adviento