Con los regalos queremos dar al niño todo lo que pensamos que puede desear. Y nos desesperamos que la mañana de reyes después de abrir todos los regalos se vaya detrás de la pelota o la patata con la que está jugando el gatito. Felizmente el deseo es el aterrador abismo primordial que se lo traga todo. No podremos apagar del todo nunca el motor que mueve la vida, el deseo. Pero lo podemos gripar dándole más cosas de las que puede manejar y controlar y crearle la falsa ilusión de que en la vida lo tendrá todo fácilmente y al primer encontronazo con la realidad arroje la toalla y tire por el camino de en medio. “Para darle siempre todo lo que me pedía, me prive de muchas cosas estrictamente necesarias. Y mira cómo me lo paga”, dijo la madre del interfecto al psicólogo. Éste le respondió: “Usted pasó a ser para él una de las cosas que Usted le regaló y que siempre le sobraron y hasta le estorbaban”