Hoy, feria del 14 de agosto, cientos de personas se rinden a Xinzo para encontrarse con amigos. La única herencia que han recibido la mayor parte de los que aquí son es el hambre del alma que les hizo olvidarse de todo por amor a los suyos. Ahora, allí está Alberto, arquitecto; acullá Raúl, ingeniero industrial; en aquella esquina, Marta, ingeniero telemático; de pie, Toño, abogado; Nuria, maestra; María, administradora; Gerardo, industrial del campo; . Todos jóvenes solícitos para mimar a sus mayores que les demuestran, desde que eran jóvenes hasta hoy ya retirados, amor inconmensurable. Qué bueno es estar al lado de los nuestros comiendo un plato de pulpo con una rebanada de pan y bebiendo un vaso de vino sin olvidar, pero sin lamentar, el pasado, piensan. Los picadores de pulpo y las sirvientas de mesa añaden: Qué bueno es ganarse la vida sirviendo a gente contenta y feliz. Todos estamos absortos viendo como aquella viejecita riega con lágrimas los besos que le da la nieta. “Basta abrir los ojos para descubrir la verdad de la vida”, me dijo.