Una de las características de la modernidad, también de los intentos de la unidad de los cristianos y del ecumenismo, es el olvido de lo esencial enredado en la compleja urdimbre especulativa. Es urgente que las iglesias se desvinculen del lenguaje abstracto de la metafísica para encontrarse en Cristo, libre de todo condicionamiento metafísico que lo maniata y empobrece, fundamento del encuentro. La teología especulativa es filosofía conceptual, a veces, muy alejada del acontecimiento cristiano. En los conceptos jamás se dará la unidad. Jesús es un acaecimiento, acaece para todos lo mismo pero cada uno, y más entre grupos, lo percibe y se lo apropia y lo incorpora a su existencia a su manera. Las iglesias y los individuos tienen que vaciarse de conceptos y de egoísmos, la kenosis de que habla Pablo, y asombrarse como niños ante el portal de Belén. Cada iglesia, cada institución, para si mismas, puede instalar los andamios, adornos y florituras que le venga en ganas. Pero "el acontecimiento es Cristo pelado”, dice un cura rural.