Desde el abismo

Al pavo real que acaparaba en su cola toda la luz, a la estrella rutilante, a la rosa de todos los invernaderos, como un raposo agazapado entre el follaje, le llegó la desgracia. Entonces, La alegría, como un viento tornadizo, se trasformó en tristeza repentina y el sendero de mágica belleza en roca dura. Todo lo que, como tela de araña lo tenía atrapado, se le vino abajo, la vida se le apareció como un mar de peligros y temores,  como un sueño retorcido, y se vio como un “pito mollado”, como un guiñapo lánguido y petrificado sin un mañana, sin tierra ni templo donde reposar. Sabe bien que el miedo enferma, es la muerte, y él se agarra a la vida como la garrapata al perro. Entonces, sin dar la espalda a su camino, lo lleva tatuado: yo soy el camino y la vida, desde el abismo de su existencia, sin vergüenza alguna, gritó: Señor, ten piedad de mi alma. Después de una larga charla, me dijo: Me siento más vivo que nunca.

Volver arriba