Esta noche, la luna, cobijándose en los árboles, va de ronda por el cielo vigilando con pereza los sueños de la gente, fragmentos que huyen de la soledad como chispas del fuego de las entrañas del hierro. La luna, que entra por la ventana, hundida en los cojines del sofá, como aludes deslizantes de una enorme nevada, acaricia y acuna los sueños de la gente. Al amanecer, cuando la gente se va desperezando, la vigilia tropieza con la inmensa nevada que lo cubre todo y convierte el mundo en un inmenso lienzo vacío lleno de un denso silencio y piensa que es un fragmento del sueño. Al atardecer, congregada de nuevo al amor del fuego del hogar, la gente se da cuenta de que los sueños velan junto al corazón y que la vigilia es una imagen furtiva de un alma afín.