Cada uno tiene sus ideas, sus temores, sus complejos y sus fantasmas, y deja ver de sí mismo aquello que más gusta o que le parece más útil pata su vida social o, en caso de los políticos, que le pueda resultar más beneficioso para su imagen. En el caso de grandes estadistas, nada suele ocurrir al azar sino aconsejado y permitido por el parecer de su consejo de sabios. Pero a veces el estadista, después de visto lo visto podría decir a sus sabios, supuestamente amigos: “Con amigos como Ustedes no necesito enemigos”. Le han servido al adversario en bandeja la comparación con Gila que fue un hombre de un inmenso prestigio como humorista y comediante. Un hombre con un teléfono en la mano derecha hablando con no se sabe quién y en la izquierda un bolígrafo con el que no sabe qué hacer.