Goretti, tejedora de imaginación incombustible y sensible a los cambios sociales y a las tendencias artísticas, utiliza las puntadas para verter en una tela el horror, el miedo y la angustia indecibles de la realidad del mundo subsahariano que durante años ha visto pasar delante de sus ojos. Utiliza el mundo que se mueve caóticamente para crear un todo visible que lleva a lo invisible, al dolor, al sufrimiento y también a la esperanza de los peregrinos sin santuario. Va hasta el límite de la soledad en multitud, de la desesperación lumbrada por la esperanza. La belleza lleva al dolor, a la realidad sufriente de la visión que ha dado origen a su obra. Las ajugas de Goretti transforman y plasman el movimiento, lo inaprensible de la vida en belleza inmutable e indestructible con la que expresa su experiencia de la realidad. Goretti teje la cosa para llevarnos a la realidad que está más allá. La borrachera de colores, la precisión de la puntada hace que todos los tapices, aun aquellos que nada tienen que ver con África, entablen un dialogo perfecto entre ellos y conviertan la exposición en un conjunto armonioso. Tal vez el verdadero enigma sea el que la contemplación de lo terrible cause verdadero placer y deleite los sentidos.