Su cama, a veces su lecho de muerte
Soy de Marín, hija de capitán de pesca y en mi casa no se encendía la televisión hasta que el barco no llegaba al caladero. Eran días de cas iluto, barruntando tragedias que luego afortunadamente no ocurrían. Mi madre encendía velitas y rezaba a todas horas. Las gentes del mar saben perfectamente que viven al límite y que su vida es del mar. Las olas son su cama y a veces el lecho de su muerte. La peor tragedia que ocurrió antes de estala recuerdo como si fuese hoy mismo. 28 hombres muertos no más zarpar, en las Cies. Como quien dice, a la puerta de casa. Estos días siento la misma angustia que entonces y vuelvo a ser consciente del miedo y la angustia que se masca en la casa de un marinero. Siento una tristeza inmensa por esta desgracia. Conozco a dos de los náufragos. Uno ya se había salvado de otro naufragio siendo casi un niño. El otro, el padre de una compañera, ya retirado, no sé por qué se habría embarcado. Llevo 24 horas pensando que podre decirle a mi compañera y sencillamente no se me ocurre nada, no encuentro palabras que expresen lo que quisiera decirle. El primero seguro que, en toda su vida, no rezó nunca, no por convicción ni por agradecimiento por salvar su vida en el 2000. El otro creyente hasta la médula, como su familia. Esta vez, la Virgen del Carmen no les acompañaba. Solo espero que les recoja en sus brazos y les de el calor de la vida eterna que el mar de Terranova les ha robado. Descansen en paz.
Pd. Recibido esta mañana. Comentario a lo que envié la noche pasada.