El único adorno de la casa era un escarabajo como un perro vagabundo sin un lugar en el mundo, pintado en una pared con un tizón. Él atizaba el fuego con aquellas manos ensangrentadas de tanto cavar hasta que el sudor resbalaba por su frente como un mechón de cabellos. Aquella noche sin nombre los dos soñamos el mundo como un cuarto trasero lleno de vidas no vividas, de gentes envueltas en sombras. ¿Te acuerdas cuando los humos oscurecían las noches claras? Se han apagado casi todos los fuegos. El camino que trae hasta mi casa de no haber nadie que lo camine, se cegará, me dijo en el umbral. Lo recuerdo como ahora mismo. Vivía en soledad como un escarabajo, pero nunca se sitió sólo. Aquella casa pobre como un establo era como un cenáculo caliente.