Mi padre, cuando éramos niños y llegábamos a casa, después de andar jugando en la calle, contando cosas que habíamos oído a los otros niños sobre cosas y casos del pueblo, nos decía: oír, ver y callar. De mayor, vivi en un pueblo a la
orilla del mar. Todos sabemos lo que allí desembarca. Pero se calla, el médico, el cura, el juez (tratando de cocinar sentencias), el maestro y muchas veces la guardia civil. El pueblo no perdona ni consiente, calla. Hablando no se arregla nada , lo único que logras es ponerte en el punto de mira. Los narcotraficantes saben el riesgo que corren pero su unico dios es el dinero y su religión en tráfico. Yo tuve un restaurante (en la Costa del Sol. Ahora vive retirada muy lejos de allí) y en comidas en un reservado hablan a cielo abierto entre ellos. Están seguros que nadie va a abrir la boca a no ser que al día siguiente quiera dar el último paseo por las calles del pueblo con un abrigo de pino. Pd. Resumen de una charla de mas de 3 h.