La vida es como una llama, como un instante de la mañana, como un barco sobre el horizonte del mar, como un copo de nieve, como un rayo de sol que se filtra entre las nubes, como una infancia inacabada. Hay personas que pasan como la sombra de las agujas del reloj, lo soportan todo, no juzgan a nadie, y detectan el cariño como los perros los ruidos extraños a su mundo diario, como las gallinas la tormenta. La muerte de un ser querido es como si los nubarrones de la tormenta ocultaran el sol, como si la noche se arrastrara por la garganta del río en el valle y subiera por la falda del monte hasta coronar la montaña llenándolo todo. Los golpes de los martillos sobre el ataúd de un amigo son duros y pesados como granito. Siempre será difícil aceptar que lo que nos es querido, intimo, muera y desaparezca para siempre y siempre antes de tiempo. El camino que él ha andado lo andaremos todos una sola vez. El sacerdote dijo en su funeral: “La fe da sentido al dolor, pero no lo mitiga”