“Si el dinero de los impuestos lo utilizaran bien, lo pagaría contento, pero lo pago solo porque me obligan porque muchos políticos lo utilizan para que las puertas giratorias se le abran de par en par cuando tengan que abandonar la poltrona, para favorecer a sus amigos, para hacer cosas que solo sirven para ganar votos, y para el fortalecimiento y difusión de su ideología, la suya. Los partidos algo podrían arreglar, si descubiertos los robos, poniendo en marcha la fuerza de la ley, obligaran a los ladrones a devolver lo robado o mal gastado. Como no lo hacen, entrego directamente a instituciones benéficas cuyas obras saltan a la vista el dinero que puedo defraudar a hacienda. No reconozco más altura que la altura de alma cosa que, en muchos políticos con capacidad de decisión sobre enormes cantidades de dinero brilla por su ausencia”. Lo guardé en secreto mucho tiempo para que nadie pueda averiguar la identidad del industrial. “Es grave lo que dices”, le comenté. “Estúdialo”, me espetó”.