Me dijo: “Que nadie lo sepa hasta después de mi partida. Solo por momentos tuve al lado cuerpos sin alma que venían a buscar placer urgente o un saco en el que vaciar sus preocupaciones que me hacían sentir más sola que cuando estaba sentada al lado de otras soledades esperando clientes. A altas horas de la madrugada volvía al inmundo cuchitril, me sentaba en una silla destartalada el lado de la ventana e, ignorando por completo la ciénaga de mi interior, trataba de soñar, no siempre lo lograba, con el claro del bosque a donde iba de niña con el rebaño de las ovejas de casa. Hasta ahora que soy vieja y los hombres no me quieren ni para simplemente vaciarse, sin un duro porque todo tenía que entregarlo a los que me decían que les pertenecía, y vivo en una casa de acogida que llevan unas monjitas, lo único que me pertenecía era mi profundo vacío. He entrado en el infierno engañada y he salido desengañada a la puerta del Paraíso pensando en aquellas palabras de Él: `Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos´ por su infinita misericordia. La vida guarda un montón de cosas extrañas para cada uno. Cada uno va y viene lleno de secretos que gritan en silencio”. He cumplido.