“Mi infancia es la sustancia y la argamasa de todo lo que puedo ver y sentir. Muchas veces soy incapaz de narrar las sensaciones que cualquier museo, cualquier calle, cualquier situación me han producido. Me pregunto muchas veces si lo que veo no es más que loque he viso o es algo que estoy viendo. Aun cuando escucho música es como si estuviese oyendo la eterna canción del Eiroá, el río en donde me bañé y aprendí a nadar de niño. A veces siento una extraña coincidencia entre el interior y el exterior como si mi intimidad se desbordara y todo el exterior no fuera más que un campo sobre el que se derrama mi interior, como si todo no fuese más que una aparición de lo que fue. Cuando estoy lejos toma una intensidad inaudita. Después de tantos años lejos, haber vivido aquí estos tres últimos años gracias a una desgraciada circunstancia, aún me han hecho mucho más difícil lograr contento lejos de aquí”. Me lo contó tomando el vermú al salir de la misa de San Antón, patrono de Loureses, que celebramos hoy. Y con lagrimas me dijo saliendo: “Mañana me iré hasta no sé cuándo”