A la vuelta de misa, un grupo entró en O Palleiro a tomar vermú. Alguien sacó a colación un tema un tanto espinoso que dio origen a una discusión áspera y, en cierto sentido, bronca hasta tal punto que alguien tuvo que pedir: por favor no levantéis la voz. Unos lo defendían a él y otros la defendían a ella, ambos de un pueblo lejano pero conocidos por su relación con una casa de Loureses. Cerca ya del momento de levantarse de irse pero sin haber aflojar el grado de acritud de la conversación, alguien que durante todo el tiempo había estado en absoluto silencio dijo: “Ni él es tan lobo ni ella tan oveja”. Sin hacer aspavientos, pero con cierta cara de sorpresa, todos por un momento guardaron silencio al cabo del cual, y sin pronunciar palabra, todos, cada uno con el alfabeto que habitual usa en su lenguaje gestual, mostraron su inequívoca aquiescencia.