Las miradas de los amigos llegados de lejos, a quienes las personas mayores miran con ojos graves desde la profundidad de milenios, calientan el corazón. La sencillez de la procesión, de la misa solemnizada por una banda de gaiteros y el coro de mujeres cantoras, de la novena y de los niños cogiendo las cintas del estandarte, y rodeando el carro durante la profesión, y el altar durante la misa, parecía desprendida de la mirada dulce de la imagen de O Home (San Antonio). El niño en brazos de San Antonio, imagen vetusta y quebrada por el ajetreo humano, parecía un huso danzando en las manos de nuestras abuelas. En el corazón de todos los devotos estaba la petición de la pronta recuperación de la encargada de la capilla, recientemente operada. “No estoy seguro de si he leído, si he soñado o si ha sido realidad este bello relato. Estoy como si estuviese despertando de un sueño en el que quisiera reflexionar sobre lo que he soñado”, me dijo tomando café. Un año más, todos agradecen a la comisión la perfecta organización, el arreglo floral de la capilla llamaba la atención, y al párroco, su disponibilidad para todo.