Desayuno largo, contemplando los pájaros y los charcos de la Laguna de Antela nos olvidamos en donde habíamos dejado el coche, nos levantamos de la mesa cuando amablemente nos invitaron a hacerlo, paramos el coche al borde de la carretera para vernos en los ojos como soles de un hato de vacas, en silencio contemplamos la puesta de sol desde las cumbres pedregosas, sin decirnos nada nos miramos a los ojos, saludamos a aquella mujer que arrancaba yerbas con las manos de entre las judías y nos regaló frambuesas, no hemos lamentado los años que habían pasado sin vernos, no nos prometimos volver a vernos cuanto antes. No hicimos nada, nos hemos dejado abrazar por la vida. Al despedirnos, uno, tratando de parafrasear al filósofo, dijo: Buscamos el placer en el mundanal ruido y huimos del único auténtico manantial de felicidad, la sencillez.