"Sugiero a Don Braulio que desista de hacerse presente el 8 de septiembre" Aradillas, sobre Guadalupe: "El pueblo extremeño está harto de tantos desprecios y olvidos"

(Antonio Aradillas).- Con la presencia del padre Ángel -"Mensajeros de la Paz"-, y del director de RD. -José Manuel Vidal-, se presentó recientemente en el Centro Extremeño de Madrid mi último libro "Nunca he dejado de luchar y de soñar", con el indicativo en el subtítulo de "Noventa años, noventa libros", editado por "Sial-Pigmalión". La presencia extremeña y el interés, fueron largamente generosas, por lo que mi agradecimiento personal está fuera de dudas, y no justifica este comentario.

Lo que lo justifica, y muy seriamente, es la reacción masiva manifestada en el coloquio, cuando uno de los presentes -por más señas, el presidente de "Guadalupex", preguntó sobre las últimas noticias o rumores relativos al tema de la "redención" del santuario-monasterio -"Patrimonio de la Humanidad"- de Guadalupe, perteneciente administrativamente a la archidiócesis primada de Toledo, con inaudita y sorprendente injusticia eclesiástica.

A nadie se le ocurriría imaginar que la patrona "eclesiástica" y "civil" de Extremadura,
"santo y seña" de este pueblo, como tal y de su Comunidad Autónoma, siga perteneciendo a una diócesis de otra Comunidad Autónoma, como es Castilla-La Mancha, por muy "primada" que haya sido, o sea. Solo la sinrazón de haber sido el territorio en el que se encuentra, conquistado "manu militari" por sus otrora todopoderosos arzobispos, en los tiempos de la "Cruzada contra el moro", es la explicación que con timidez, vergüenza y venganza puede aportarse, y se aporta, en la actualidad.

El principal objeto de este comentario es advertirle al arzobispo actual de Toledo, don Braulio Rodríguez, y "a quienes corresponda", que el problema es ya tan grave y se ha enconado tanto, que hay que prestarle atención y soluciones, lo antes posible.

No existiendo razón alguna que justifique la negativa arzobispal a dialogar sobre el tema, con desprecio y silencio absoluto a tan reiteradas peticiones de las autoridades eclesiásticas, políticas y civiles extremeñas, quiero transmitirle a don Braulio las reacciones de los "guadalupenses" relacionadas con la gravedad del problema a punto de estallar con formas cívicas, o no tan cívicas.

Mientras que en una de sus "Hojas Dominicales" el arzobispo proclama que "hoy es imprescindible que la Iglesia dialogue con el Estado y este con ella", él no ha sido capaz hasta ahora, por ejemplo, ni siquiera de dialogar sobre el tema con sus "hermanos en el episcopado" extremeños, con sus autoridades políticas, con el pueblo de Dios ni, por tanto, con "Guadalupex", después de reiteradas peticiones y solicitudes.

A estas alturas del "franciscanismo" eclesial y eclesiástico, antiroucano por más señas, de la convivencia y de la educación democrática y de la otra, es impensable "entoledarse" arzobispalmente con los paramentos para militares y paganos de los Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales Jiménez de Rada y los Mendoza de los pretéritos tiempos feudales.

De todas maneras, a título personal, y por lo que pudiera acontecer, le sugiero a don Braulio que en "este año de gracia" del 2018, desista de hacerse presente, como celebrante principal de las misas solemnes de la festividad de la Virgen de Guadalupe -8 de septiembre- y del 12 de octubre, por aquello del patronazgo de la Hispanidad, que son los únicos días en los que suele hacer la "visita pastoral" al santuario, al que él mismo se refiere a veces como "la joya" de su archidiócesis.

El pueblo extremeño está ya harto de tantos y tan graves desprecios y olvidos que padece en todas las esferas, hasta ocupar los últimos lugares en toda clase de índices de desarrollo y progreso. Si a esto se le añade la injusticia que significa el "destierro" de su patrona a tierras castellano-manchegas, es de extrañar que no hayan sido ya otros los caminos -civilizados o no tanto-, por los que hubiera apostado elegir, con el fin de subsanar cuanto antes tal esperpento histórico.

¡Por favor, señor Presidente de la Conferencia Episcopal, Nuncio de SS. y quien, o quienes, sean responsables de tal desaguisado¡, activen cuanto antes los recursos a su alcance para que toda Extremadura invoque a su Patrona la Virgen de Guadalupe, sin tener que hacerlo por la mediación del arzobispo -arzobispado-de Toledo.

Los extremeños son -somos-, además de conquistadores, tan santamente tenaces como "brutos". Los motivos "religiosos" acrecientan de manera peligrosamente imprevisible tales cualidades. No hablo "en clave", sino que lo hago después de haber comprobado las reacciones "verbales" de asistentes al referido acto habido en el Centro Extremeño de Madrid, con específicas alusiones a razones "orgánico- testiculares (testigos de la virilidad), que explica el título de esta reflexión periodística.

Casi en vísperas de la presentación de la renuncia arzobispal de don Braulio, por lo de los 75 años de edad, su "abandono voluntario de algo que se posee o a lo que se tiene derecho", le haría pasar a la historia eclesiástica de Extremadura, revestido de sensatez, de sentido común, de pastoral, humildad y humanidad y, definitivamente, de evangelio. De los gritos es fácil pasar a las pancartas y de ellos y ellas, a proclamar las injusticias, y más si estas son "religiosas", y después, sea lo que Dios quiera.

Apurados ya los procedimientos "legales", los gritos y escándalos los encienden los mismos demonios. Y no hay que olvidar que, tal y como están hoy las cosas, a la Iglesia -también a la de Toledo- le sobran escándalos. Y además, el de Guadalupe es nada menos que "Patrimonio de la Humanidad". "Guadalupex", en lo que queda de mes efectuará importantes gestiones, que probablemente darán fruto aún antes de lo que piensen los más pesimistas. Extremadura -los extremeños- no podemos ser menos que los de Aragón, a la hora de reivindicar los "tesoros" del monasterio de Sijena.

Braulio, en Guadalupe

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